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Zaplana tuvo la posibilidad hace dos años de cerrar la composición de la Acadèmia Valenciana de la Llengua con los socialistas. No lo hizo. El sobre que Joan Romero le entregó entonces a Santiago Grisolía, presidente del Consell Valencià de Cultura, contenía una lista. El que le confiaron los populares estaba en blanco. Todavía no se ha cerrado aquel paréntesis, que se ha ido cargando de recelos y de contrariedades. En ese tiempo no ha dado el PP señal alguna de querer avanzar un paso más en el compromiso, aunque haya llenado de aspavientos el itinerario. El reloj ha corrido en contra de Zapla...

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Zaplana tuvo la posibilidad hace dos años de cerrar la composición de la Acadèmia Valenciana de la Llengua con los socialistas. No lo hizo. El sobre que Joan Romero le entregó entonces a Santiago Grisolía, presidente del Consell Valencià de Cultura, contenía una lista. El que le confiaron los populares estaba en blanco. Todavía no se ha cerrado aquel paréntesis, que se ha ido cargando de recelos y de contrariedades. En ese tiempo no ha dado el PP señal alguna de querer avanzar un paso más en el compromiso, aunque haya llenado de aspavientos el itinerario. El reloj ha corrido en contra de Zaplana, pese a que él no se haya dado cuenta. Ahora, el líder del PSPV, Joan Ignasi Pla, enmarca cualquier acuerdo en un pacto más amplio que comprometa a las instituciones en una decidida promoción social del valenciano. Cerrar una Acadèmia razonable es más fácil de lo que parece. Sólo exige que los populares asuman que lingüistas, catedráticos y filólogos no se alinean con enemigo alguno. Cualquier cosa que hagan o propongan en sentido contrario convertirá la operación en un desastre de imprevisibles consecuencias. A estas alturas, resulta de todo punto impracticable tratar de hacer pasar gato por liebre y la actitud de la Universidad, colocándose en un segundo plano, es un aviso nítido para navegantes. Lo sabe Pla y debería saberlo Zaplana. La futura institución normativa debe neutralizar cualquier debate absurdo sobre el valenciano. Precisamente para que su uso reciba el impulso que lleva ya demasiado retraso. Vivir en la lengua propia, con la normalidad que hay que exigir a una sociedad civilizada, es el gran objetivo. Si la maniobra no funciona, todos sabremos a qué atenernos porque el PP habrá dilapidado un esfuerzo de concertación y de racionalidad que merecía mejor suerte y más valentía por parte de nuestros políticos. Los socialistas no han de tener prisa. A los populares se les está agotando la deuda a medio plazo que una mayoría de sectores sociales y culturales, escasamente proclives a las componendas, les otorgaron.

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