Tribuna:

Emergencia

Dice Martín Villa en Abc que lo lógico es que, si Repsol entra en el negocio de la electricidad, Endesa entre en el del gas. Sabemos de algún banquero que escribe (mal, por cierto), pero no se nos ocurriría deducir del hecho de que los banqueros escriban que los escritores deban jugar al golf; ¿qué clase de lógica es ésa? Hay construcciones verbales que no son más que eso: construcciones verbales con nada dentro, aunque proporcionan un efecto semántico engañoso. No solamente no es lógico que el gas y la electricidad se junten, sino que es un disparate. Bastaría un cortocircuito para que...

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Dice Martín Villa en Abc que lo lógico es que, si Repsol entra en el negocio de la electricidad, Endesa entre en el del gas. Sabemos de algún banquero que escribe (mal, por cierto), pero no se nos ocurriría deducir del hecho de que los banqueros escriban que los escritores deban jugar al golf; ¿qué clase de lógica es ésa? Hay construcciones verbales que no son más que eso: construcciones verbales con nada dentro, aunque proporcionan un efecto semántico engañoso. No solamente no es lógico que el gas y la electricidad se junten, sino que es un disparate. Bastaría un cortocircuito para que todo el invento saltara por los aires con los usuarios del gas y la electricidad dentro. Por Martín Villa no se apuren ustedes, que siempre ha encontrado el modo de huir de la quema.Los que no tenemos forma de escapar somos usted y yo, pues la verdad es que nos han rodeado. Retiras tu dinero de un banco porque te trata mal, y al día siguiente se fusiona con la caja de ahorros en cuyos brazos has caído por despecho. Cambias de marca de automóvil porque no estabas satisfecho con el servicio de la antigua, y a la semana de estrenar el coche nuevo la empresa odiada deglute a la que te acababa de seducir. Decides hacer una inversión en seguridad, separando los circuitos de la electricidad de los conductos del gas, y resulta que tienes a Martín Villa en el sótano de la vivienda enredando por abajo lo que tú desenredas por arriba. Martín Villa hemos dicho, sí: un fontanero del que nada más entrar por la puerta y verle la cara sabes que te va a engañar en el precio, en los materiales o en el tiempo de duración de la chapuza. Dios mío, hemos visto a este hombre disfrazado de todos los oficios posibles, y ahora le han dado licencia para jugar a las fusiones.

Leímos el otro día en las páginas de este periódico un artículo interesantísimo según el cual en las situaciones de pánico la gente usa la misma puerta de emergencia, aunque haya dos. El problema es que aquí ya no queda ninguna. Estamos atrapados en una gran superficie hermética con respiración asistida. Y todas las tiendas importantes son de Martín Villa o de un amigo neoliberal de Rato. Menos mal que la gasolina bajará cuando aumente la competencia.

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