Tribuna:

El partido

"Yo soy portugués". Con esta simple afirmación que, por cierto, casi nadie destacó, se resume toda la polémica creada la semana pasada en torno al partido -de fútbol, por supuesto- que enfrentó el sábado al Barcelona y al Real Madrid. La pronunció el jugador Luis Figo cuando se le preguntó si, tras abandonar el club blaugrana para fichar por el equipo del Bernabéu, ahora se siente "madridista". El jugador echaba así por tierra todas las especulaciones, todos los intentos de convertirle en patrimonio de unos colores u otros. Él es portugués y, aunque no lo dijo, ni se sintió barcelonista mientr...

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"Yo soy portugués". Con esta simple afirmación que, por cierto, casi nadie destacó, se resume toda la polémica creada la semana pasada en torno al partido -de fútbol, por supuesto- que enfrentó el sábado al Barcelona y al Real Madrid. La pronunció el jugador Luis Figo cuando se le preguntó si, tras abandonar el club blaugrana para fichar por el equipo del Bernabéu, ahora se siente "madridista". El jugador echaba así por tierra todas las especulaciones, todos los intentos de convertirle en patrimonio de unos colores u otros. Él es portugués y, aunque no lo dijo, ni se sintió barcelonista mientras estuvo en ese club ni ha cambiado de chaqueta tras su polémico fichaje: si fichó por el Madrid fue por dinero, que para eso es profesional. Todo lo demás son zarandajas, historias interesadas, ganas de organizar una discusión estéril con el único objetivo de alimentar una polémica absurda. Porque absurdo y desproporcionado es todo el revuelo organizado en torno a ese partido, que copó hasta el hastío las páginas de los periódicos y los informativos de la televisión. Algunas cadenas dedicaron, en sus informativos de mediodía del sábado, más tiempo a ese encuentro que a cualquier otra noticia de las acaecidas ese día en España y en el mundo. El conflicto árabe-israelí, la manifestación que había de celebrarse por la tarde en Bilbao, la integración de las compañías eléctricas, las penurias del Euro, el atentado frustrado contra un ferry de Trasmediterránea y hasta los éxitos de los representantes españoles en los Juegos Paralímpicos de Sydney, medallas incluidas, fueron cuestiones que quedaron relegadas a un segundísimo plano, cuando no directamente obviadas. Sólo parecía importar el partido, como si no pasara nada más en el mundo, como si no hubiera ningún otro encuentro, como si todo el país estuviera pendiente de esos 22 señores vestidos de corto corriendo tras un balón. Pues bien, a pesar de todo, nadie alzó la voz para denunciar que ese acontecimiento no fuera retransmitido en abierto y que para verlo por televisión hubiera que pagar. ¿Dónde se han metido todos aquellos que en su día clamaron por algo parecido y que defendieron que el fútbol era de interés general?

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