Tribuna:

Sugerencias sobre la política urbana

Ha concluido el congreso de los socialistas valencianos con una restitución que parece demostrar el escaso fruto que tienen las ingerencias antidemocráticas y las prácticas de dudoso pedigree. Espero y deseo que el resultado sea no sólo el fin del canibalismo y del desinterés por los problemas reales, sino también el inicio de la firme voluntad de alcanzar acuerdos operativos con otras formaciones políticas progresistas y de establecer canales sugerentes de participación de los sin carnet.Dicho esto y habida cuenta que los problemas de los ciudadanos se originan y desarrol...

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Ha concluido el congreso de los socialistas valencianos con una restitución que parece demostrar el escaso fruto que tienen las ingerencias antidemocráticas y las prácticas de dudoso pedigree. Espero y deseo que el resultado sea no sólo el fin del canibalismo y del desinterés por los problemas reales, sino también el inicio de la firme voluntad de alcanzar acuerdos operativos con otras formaciones políticas progresistas y de establecer canales sugerentes de participación de los sin carnet.Dicho esto y habida cuenta que los problemas de los ciudadanos se originan y desarrollan -cómo no- en las ciudades y áreas urbanas, me parece oportuno poner encima de la mesa algunas sugerencias referidas a la política urbana que, desde el gobierno local o desde la oposición, los progresistas podrían practicar o plantear.

El argumento que se pretende defender es que, sin renunciar a la autonomía municipal y a la convicción de que son los Ayuntamientos las instituciones democráticas más próximas a los ciudadanos, que mejor conocen los problemas y que mejor pueden solucionarlos, es no sólo conveniente sino necesario proceder a un aggiornamento de la política urbana. En mi opinión, dicho aggiornamento debería contemplar, al menos, los siguientes extremos:

1. En un gran número de situaciones el término municipal es un ámbito obsoleto e inadecuado para la prestación de servicios o para la planificación y gestión de infraestructuras vinculadas tanto al bienestar social como al crecimiento económico. La primera reflexión sería, por tanto, si no ha llegado ya la hora de plantear una reforma de la Ley de Régimen Local que recoja y de respuesta a esta problemática y, en espera de dicha modificación legal, practicar la sana costumbre de los convenios intermunicipales.

2 . El segundo problema detectable es el de la crónica insuficiencia financiera de los gobiernos locales. Dada la distinta distribución competencial existente en la Europa Unida, es peligroso realizar afirmaciones tajantes pues si bien es cierto que, en general, los municipios de otros países europeos gozan de fuentes de financiación más sustanciales y mucho más flexibles, también lo es que ejecutan en exclusiva o comparten con los gobiernos regionales funciones que en España son de titularidad autonómica. En cualquier caso, parece una evidencia que la práctica totalidad de las inversiones locales se realiza con cargo a nuevo endeudamiento y ello puede significar dos cosas (o una combinación de ambas): o el gasto corriente es excesivo debido a la baja productividad del sector o, a pesar del reforzamiento de la corresponsabilidad fiscal introducida por la Ley de 1988, los ingresos locales están mal dimensionados en relación a las funciones desarrolladas. Éste sería, a mi juicio, un segundo tema de reflexión en el que la asignatura pendiente de la modernización de la gestión pública local juega un papel no secundario.

3. El tercero guarda relación con la problemática de la sostenibilidad, problemática que se plantea fundamentalmente en las grandes y medianas aglomeraciones urbanas que es donde vive la mayor parte de la población española. En mi opinión, la concepción de sostenibilidad urbana defendida y difundida por Roberto Camagni es la que mejor se ajusta a una práctica política a la vez exigente y realista. Camagni define la sostenibilidad como un proceso de aprendizaje colectivo en el que hay que compatibilizar la competitividad con la conservación de los recursos naturales y del built and cultural heritatge, al tiempo que se ponen los medios para mitigar la creciente dualización y fragmentación social producida por la introducción de nuevas tecnologías. Esta compatibilización es, sin duda, difícil, pero el enfoque de Camagni tiene el gran mérito de huir de simplificaciones burdas e, incluso, de sugerir medias a corto y medio plazo que afectan, respectivamente, a la demanda y a la oferta y que incumben a las tecnologías productivas, a la organización del espacio urbano y a los modos de vida.

4. Un cuarto tema de reflexión podría ser el de la identidad y la participación. En un mundo cada vez más globalizado y donde los estados-nación y los nuevos nacionalismos son incapaces de generar procesos de identificación positiva y no agresiva, es en las ciudades (entendidas como ciudades reales, no como términos administrativos) desde donde puede construirse una nueva identidad compatible con la tolerancia y el mestizaje étnico y cultural. Pero ello exige políticas mucho más activas de información y participación ciudadana puesto que el voto cuatrienal es, a estos efectos, absolutamente insuficiente.

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Josep Sorribes es profesor de Economía Regional y Urbana de la Universidad de Valencia. Josep.Sorribes@uv.es

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