Tribuna:

¿Hasta cuándo?

Dos informaciones publicadas a finales de la pasada semana sobre nuestra televisión han hecho saltar de nuevo todas las alarmas. La primera se refería a una auditoría según la cual la empresa Televisión Autonómica Valenciana, SA, alcanzó el año pasado pérdidas que superaron los 16.000 millones de pesetas; una cifra que, si no fuera porque se trata de una empresa pública -que, no se olvide, pagamos todos los valencianos-, la abocaría a la disolución, ya que, según los auditores, revela una quiebra técnica. La segunda noticia se hacía eco de la presentación de la nueva programación que los direc...

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Dos informaciones publicadas a finales de la pasada semana sobre nuestra televisión han hecho saltar de nuevo todas las alarmas. La primera se refería a una auditoría según la cual la empresa Televisión Autonómica Valenciana, SA, alcanzó el año pasado pérdidas que superaron los 16.000 millones de pesetas; una cifra que, si no fuera porque se trata de una empresa pública -que, no se olvide, pagamos todos los valencianos-, la abocaría a la disolución, ya que, según los auditores, revela una quiebra técnica. La segunda noticia se hacía eco de la presentación de la nueva programación que los directivos de Canal 9 han preparado para este otoño recién empezado; una oferta que se caracteriza por el continuismo de la telebasura y la escasa presencia de espacios culturales. Si, tomadas por separado, estas informaciones ya resultan harto llamativas, es al analizarlas de manera conjunta cuando adquieren una dimensión de escándalo. La televisión valenciana se ha convertido en un pozo sin fondo a cuyo brocal ha de asomarse cada año la Generalitat para arrojar cantidades cada vez mayores de dinero -público, insisto- con el que enjugar unas pérdidas que crecen, entre otras cosas, gracias al desmesurado coste de la indecente bazofia que nos ofrece en su desenfrenada carrera por incrementar los índices de audiencia. Una cadena privada es libre de programar toda la telebasura que estime oportuno, aunque sus accionistas no aceptarán nunca que eso genere pérdidas. Una de carácter público sí puede permitirse resultados negativos, precisamente por su función de servicio público, pero de ninguna manera a costa de ofrecer bazofia y de conculcar la ley, que es lo que sucede con la Canal 9. Porque, entonces, el lema de tot per l'audiència que los gestores de TVV han aplicado con tanta alegría -y tan poco éxito, dicho sea de paso, porque las cifras que nos venden tienen truco- se convierte en otro muy diferente: todo contra el contribuyente. Y eso no es de recibo. ¿Hasta cuándo vamos a tener que soportar la infame programación de Canal 9? ¿Hasta cuándo las milmillonarias pérdidas?

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