Tribuna:

OPA a CiU y al PSC FRANCESC DE CARRERAS

Desde el momento en que se conocieron los resultados de las últimas elecciones generales, del 12 de marzo pasado, la OPA hostil que, según Pere Esteve, ha lanzado el PP a CiU se veía venir. Pero la OPA -hostil o cordial- no es sólo a CiU, sino también al PSC y al resto de los partidos catalanes. En realidad, refleja un cambio profundo de la estructura de partidos en Cataluña, probablemente el más importante desde 1984.Analicemos primero los cambios que produjeron las elecciones de marzo pasado. En primer lugar, el PP se consagró como partido dominante en España, con fuerza suficiente para segu...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Desde el momento en que se conocieron los resultados de las últimas elecciones generales, del 12 de marzo pasado, la OPA hostil que, según Pere Esteve, ha lanzado el PP a CiU se veía venir. Pero la OPA -hostil o cordial- no es sólo a CiU, sino también al PSC y al resto de los partidos catalanes. En realidad, refleja un cambio profundo de la estructura de partidos en Cataluña, probablemente el más importante desde 1984.Analicemos primero los cambios que produjeron las elecciones de marzo pasado. En primer lugar, el PP se consagró como partido dominante en España, con fuerza suficiente para seguir siéndolo por un periodo mínimo de dos legislaturas. Ello llevaba aparejado un hecho de repercusiones decisivas para la política catalana: Aznar no necesitaba a Pujol para gobernar en Madrid. En segundo lugar, el PP obtenía un excelente resultado en Cataluña: 23% de los votos, y, tras los socialistas, era ya el segundo partido en Barcelona ciudad y en su área metropolitana. Con ello, el PP no sólo crecía en cantidad, sino también en calidad.

En tercer lugar, las elecciones generales -en relación con las autonómicas- aportaron otro cambio también decisivo: si bien el PP no dependía de CiU en Madrid, CiU dependía del PP en Cataluña, a menos que el partido de Pujol se echara en brazos de ERC, que es lo que parece pedir la mayoría de su militancia pero la minoría de su electorado. Resolver esta contradicción entre militancia y electorado es uno de los dos o tres problemas más graves que en la actualidad tiene CiU. En cuarto lugar, toda esta coyuntura adversa se da en circunstancias especialmente graves: las finanzas de la Generalitat están al borde del colapso y Pujol busca desesperadamente un apaño específico para su situación, al margen del régimen general de las demás comunidades autónomas. Si no logra solucionar este aspecto, su gestión aparecerá como auténticamente desastrosa y la fama de mal gestor que arrastra desde su fracaso en Banca Catalana volverá a ponerse en evidencia.

Por tanto, el problema más grave que Pujol tiene en estos momentos no es el temor al daño electoral que le pueda ocasionar el llamado "giro catalanista" del PP sino, dos factores con los que no contaba a principios de 1999, antes del último ciclo electoral. Primero, el no ser decisivo para sostener el Gobierno de Aznar en Madrid y, por consiguiente, tener graves dificultades para dejar mínimamente arregladas las finanzas de la Generalitat, y segundo, la desilusión respecto de su propio país que le han producido los últimos resultados electorales. Cuando el lunes pasado dijo: "No estoy decepcionado, estoy desengañado", expresaba en voz alta, probablemente, este sentimiento. La Cataluña que imaginaba le está fallando, no es en la realidad como él la había pensado. Comienza a darse cuenta de que en 20 años de gobierno no ha logrado la "construcción nacional" que preveía y deseaba. Tras las últimas elecciones autonómicas, en las que Maragall obtuvo más votos que él, se le cayó la venda de los ojos, y ello se refleja en su rostro cansado, en su mirada triste y en la inseguridad de sus movimientos. Nada que ver con el triunfante Pujol de antes. Cataluña le ha decepcionado y comienza a ser para él una gran desconocida. Lo percibió agudamente el escritor Valentí Puig cuando dijo hace pocas semanas: "La sociedad catalana ha superado los moldes del nacionalismo y los políticos se dedican a auscultar a una sociedad que desconocen. (...) En Cataluña hay unas nuevas formas de pensar que no están representadas en el establishment". Nada más exacto.

Probablemente, el único partido que está captando esta nueva realidad es el PP; por ello está pasando de la marginalidad a la centralidad de la vida política, y muy pronto también pasará a la centralidad de la vida social catalana. Piqué y Birulés han sido el comienzo: a partir de ahora -por lo menos mientras el PP tenga perspectivas de un gobierno largo en Madrid-, sectores clave de la sociedad catalana comenzarán a hacer una larga cola para conectarse directamente con el PP. CiU habrá dejado de ser el intermediario con Madrid, ese papel de grupo de presión que tantos beneficios le reportaba.

Porque, en definitiva, el llamado "giro catalanista" del PP se puede resumir en una frase pronunciada esta semana por la nueva portavoz del PP catalán, la diputada Alicia Sanchez Camacho: "El PP quiere una Cataluña normal". Es decir, una Cataluña desacomplejada en la que el Estado de las autonomías sea un punto de llegada y no una etapa hacia más altas cotas de soberanía, en la que el bilingüismo no conflictivo que existe en la sociedad se refleje en la vida oficial y en la que el tedioso lenguaje reivindicativo, indispensable en la transición y necesario en los primeros años ochenta, ahora desaparezca porque ha perdido todo sentido. Ésta es la normalidad que solemnizará hoy Aznar al asistir al estreno de Arte, con Flotats interpretando la obra en castellano. Pujol, que ha utilizado tanto los símbolos, ahora verá como las cañas se le vuelven lanzas: esta representación es el más visible símbolo de su fracaso.

Pero la actual situación no pone contra las cuerdas sólo a CiU, sino también a la oposición de izquierdas. Maragall, que hace un año suscitó grandes esperanzas, se está equivocando de estrategia: no se percibe por ahora su papel de oposición; busca un misterioso consenso con CiU sin, además, conseguirlo; ha establecido un pacto con ERC que le tiene maniatado en cuestiones de importante repercusión pública; sigue obsesionado por atraerse a empresarios y deja abandonadas a sus bases naturales, que por tanto siguen absteniéndose en las elecciones catalanas. Se trata de una estrategia literalmente incomprensible, incluso en las pocas ocasiones en las que la intenta explicar.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

La política catalana, en cuatro años, ha dado un giro de 180 grados. Sobrevivirán los que comprendan la nueva situación, la nueva Cataluña real. De momento, el PP va a por todas -"somos alternativa de gobierno desde ahora mismo", ha dicho su nueva portavoz - y están desconcertados y descolocados los demás: CDC, UDC, ERC, el PSC e IC.

Francesc de Carreras es catedrático de Derecho Constitucional de la UAB.

Archivado En