Tribuna:EL ANÁLISIS

Rehabilitación

Ocho años despues, la selección española vuelve a unos Juegos y no deja de resultar paradójico que su primer adversario, Angola, sea el mismo con el que terminó su anterior y decepcionante participación olímpica. Pero hay más. Angola representa la página más negras de la historia del baloncesto español. Mentar Angola es recordar el momento más decepcionante que cualquier jugador, entrenador o aficionado pueda recordar. En aquella infausta mañana del verano del 92 el equipo nacional y por añadidura el baloncesto español tocó fondo. El varapalo tuvo enormes y graves consecuencias. Supuso el fina...

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Ocho años despues, la selección española vuelve a unos Juegos y no deja de resultar paradójico que su primer adversario, Angola, sea el mismo con el que terminó su anterior y decepcionante participación olímpica. Pero hay más. Angola representa la página más negras de la historia del baloncesto español. Mentar Angola es recordar el momento más decepcionante que cualquier jugador, entrenador o aficionado pueda recordar. En aquella infausta mañana del verano del 92 el equipo nacional y por añadidura el baloncesto español tocó fondo. El varapalo tuvo enormes y graves consecuencias. Supuso el final de la larga etapa de Antonio Díaz Miguel como entrenador y confirmó definitivamente una crisis que ha costado muchos años superar. Precisamente ahora, cuando la selección ha conseguido otra vez entrar en el terreno de la ilusión, convirtiendo al baloncesto en uno de los deportes a seguir, aparece de nuevo el fantasma de este país africano, insignificante y casi desconocido antes de ganarse un lugar destacado en la memoria de todos. Afortunadamente muchas cosas han cambiado desde entonces. Ningún jugador de la actual selección estuvo presente, por lo queda descartado que reaparezcan fantasmas del pasado. La última presencia del equipo en el Europeo del año pasado (medalla de plata, lo que no se conseguía desde el 83) fue más que satisfactoria, la generación de los juniors de oro han empezado a dar sus frutos y el ambiente general dista mucho de la crispación que reinaba antes de la cita barcelonesa. La plantilla elegida por Lolo Sainz aparece compensada aunque puede que falten unos cuantos centímetros y algunos kilos, que por otra parte, no hay por donde sacarlos. Rodgers tapa uno de los agujeros existentes, el de un hombre alto y tirador, y la presencia de Navarro y López asegura frescura y osadía, cualidades fundamentales en eventos de gran altura como unos Juegos Olímpicos.

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Estas buenas vibraciones se enfrentan a la cruda realidad. Dejando a un lado a los arrogantes jugadores de la NBA, al resto les separa un suspiro. Casi con toda seguridad la línea entre el éxito y el fracaso será más delgada que nunca. El techo de equipos como España, Italia, Lituania, Australia e incluso Yugoslavia se encuentra en la medalla de plata, pero tampoco resulta descabellado pensar que cualquiera de ellos se puedan quedar fuera de los cuartos de final a poco que las cosas se tuerzan. En estas circunstancias el primer partido debe marcar el camino a seguir. Al equipo español las coincidencias le colocan ante el mismo adversario que ocho atrás. En aquella ocasión supuso el punto y final de una larga decadencia. Esperemos que ahora sea el comienzo de la rehabilitación definitiva.

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