Tribuna:LA HORMA DE MI SOMBRERO

Qué pasa con el Lliure (y II) JOAN DE SAGARRA

En mi anterior horma (3 de septiembre), en un intento de aclarar lo que ocurre con el Teatre Lliure, con la nueva crisis que parece vivir el teatro a raíz de la dimisión, anunciada pero no consumada, de su dirección bicéfala (Graells/Pasqual), les hablé de los miembros de la Fundació Teatre Lliure-Teatre Públic de Barcelona, de aquel grupo de patronos, escogidos entre la flor y nata de la izquierda barcelonesa, principalmente artistas y gentes vinculadas al mundo de la cultura, cuya misión no era otra que apoyar al Lliure en la conquista de su nueva sede, así como arropar a la fi...

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En mi anterior horma (3 de septiembre), en un intento de aclarar lo que ocurre con el Teatre Lliure, con la nueva crisis que parece vivir el teatro a raíz de la dimisión, anunciada pero no consumada, de su dirección bicéfala (Graells/Pasqual), les hablé de los miembros de la Fundació Teatre Lliure-Teatre Públic de Barcelona, de aquel grupo de patronos, escogidos entre la flor y nata de la izquierda barcelonesa, principalmente artistas y gentes vinculadas al mundo de la cultura, cuya misión no era otra que apoyar al Lliure en la conquista de su nueva sede, así como arropar a la figura de Fabià Puigserver, a la sazón patrón carismático e indiscutible de aquel teatro.Desde la desaparición de Fabià, la consecución de la nueva sede del Lliure (Palau de l'Agricultura) y la llegada de Graells/Pasqual al poder, aquellos patronos -creados por el propio Fabià Puigserver- fueron perdiendo el poco peso específico que tenían -si es que alguna vez lo tuvieron- hasta convertirse en meros floreros -escasos floreros: alguna que otra vez se planteó el problema de si había o no quorum a la hora de votar-, los cuales servían para decorar unas asambleas en las que los patronos nos limitábamos a decir sí a unos puntos del orden del día de los cuales ya teníamos conocimiento, por la prensa, desde hacía unas semanas. Lo cierto es que esos patronos, esas asambleas y una parte de la composición de la misma fundación, tal como la diseñaron Fabià y sus asesores en su día, han quedado totalmente obsoletos.

Hoy quisiera hablarles de otra parte mucho más viva del Lliure, de la Associació d'Espectadors del Teatre Lliure, el núcleo principal de "la familia del Lliure", de la que habla Lluís Pasqual, y de la que le agrada pensar "que és un grup humà ampli i generós". Son, somos, cerca de 2.000 socios y llevamos bregando desde hace 12 años. En sus inicios -yo pertenezco a ellos: mi carnet es el número 5-, uno se hacía socio porque se identificaba con el Lliure, con ese modelo de "teatre d'art", "estable", con vocación de "teatre públic", según el modelo strehleriano del Piccolo milanés- el manifiesto fundacional del Lliure contiene párrafos literalmente copiados del manifiesto fundacional del Piccolo, en 1947-; uno se identificaba con ese teatro, lo consideraba como algo suyo y se mostraba dispuesto a luchar por su futuro. Un futuro que, al principio, se limitaba a su propia supervivencia -el Lliure estuvo a punto de desaparecer en más de una ocasión-, y que luego se concretaría en la lucha por la nueva sede y el apoyo a la fundación propiciada por Fabià (el presidente de la asociación era un patrono más de la misma).

Ignoro si más adelante, los socios que se apuntaron en años posteriores, lo hacían por los mismos motivos que lo hicimos nosotros. Tal vez no. Los tiempos habían cambiado y la asociación, amén de conservar un remanente de lucha, estratégicamente defensivo, se había convertido en un espacio agradable, donde tenían cabida los viajes, las representaciones teatrales protagonizadas por los propios socios, las conferencias, los debates; contaban con su propia revista y una vida "social" nada despreciable. Como si de un club de bridge o de una asociación gastronómica se tratase. Lo cual no está nada mal: se jugaba a las cartas en Un dels últims vespres de Carnaval y se merendaba -¡a la propia familia!- en Titus Andrònic.

Desde el poder del Lliure, desde la dirección, desde el consejo directivo, siempre se vio con cariño a aquella familia, a aquel grupo humano de socios "ampli i generós". Sobre todo a medida que se hacía amplio y se mostraba cada vez más generoso. Tan generoso que, a raíz de sus 10 años de existencia, en su propia revista, Jaume Melendres les invitaba a convertirse en una asociación de espectadors ambiciosos ("capaços de xiular a les platees si convé, d'instaurar una contra-crítica a través d'Internet [donde la asociación sigue sin estar presente], de dir què volem abans que els senyors Martínez i els ajuntaments, estats, diputacions o generalitats, que treballen amb ells i per a ells, ens imposin les seves programacions").

Ante la nueva crisis del Lliure, desencadenada tras la anunciada pero no consumada dimisión de la dirección bicéfala del Lliure, a raíz de su enfrentaminto con Lopakhin Mascarell, la Associació d'Espectadors del Teatre Lliure me hace llegar una carta (con fecha 31 de julio del 2000) en la que me dice que "el consell convocarà l'assamblea anual de socis que habitualment fem el mes de juny, cap el mes d'octubre o novembre vinents, per a poder donar-vos una millor informació de tot el que fa referència a la situació actual del Lliure i la pròpia Associació. Volem comunicar-vos però, que el consell directiu, recollint el sentiment majoritari dels nostres associats, fem costat a l'actual direcció del teatre i de la fundació, i al mateix temps els demanem la màxima obstinació en el model de teatre que sempre ha defensat el Teatre Lliure".

Mayor grado de generosidad es impensable. Y más teniendo en cuenta que la dirección del Lliure ha presentado la dimisión, que en el consejo de dirección del teatro hay posturas enfrentadas, que la fundación, si bien mantiene un sólido caparazón, se muestra, en gran parte obsoleta.

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Amigos y consocios: Fabià ya se murió. Hay, pues, y, ustedes sabrán perdonarme, que matar al padre. Sin confundir la crisis del Lliure con un duelo entre Lopakhin Mascarell y Lluís Pasqual. El Lliure tiene asegurado su futuro sin necesidad de esos dos caballeros. No se tiran por la ventana 5.000 millones de pesetas así como así. Falta saber en qué consistirá ese futuro del Lliure, si será el que ustedes soñaban, y si no es así, lo cual es lo más probable, hay que ver si ese nuevo teatro todavía les dice algo, algo por lo que puedan seguir luchando, con ambición, como aquellos "espectadors ambiciosos" de que les hablaba Melendres. Somos apenas 2.000, lo que, en teoría -al menos en la mía-, nos obliga a ser ambiciosos y a identificarnos con el futuro. Y si no nos salimos con la nuestra, confío en que podamos encontrarnos a tomar una copa en la barra del viejo bar restaurante del Lliure, en nuestro barrio de Gràcia, hablando de viejos montajes como quien habla de "batallitas", antes de que conviertan al viejo Lliure en un aparcamiento en una sucursal bancaria.

P. S. En San Lorenzo del Escorial, nuestra Núria Espert, nuestra Nurísima, nuestra Iguana Bernhardt, abre la boca, suelta la lengua y, rotunda, impacable, sentencia: "No hay (se refiere a actrices y actores) nuestro equivalente con 15 años menos". "Hay muchos actores jóvenes y característicos extraordinarios, pero no parece haber gente de 45 a 55 años con el peso suficiente". Y qué me dice usted, señora, de, año más año menos, nuestras ilustres y queridas Anna Lizarán, Rosa Novell, Vicky Peña, Inma Colomer, Muntsa Alcañiz, Sílvia Munt...

Consuelo Bautista

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