Jalabert, un amarillo no tan fugaz

Laurent Jalabert vestido de amarillo en el Tour era un recuerdo fugaz, tan rápido como era el francés, reputado y valiente sprinter, por entonces. La imagen corresponde a 1995 y es la de un velocista estrellado a 60 por hora contra una rotonda a la entrada de Le Havre; es la de un ciclista de pie, con una rueda en la mano, un culotte rosa hecho jirones y un maillot amarillo ensangrentado. Era el segundo día que lo llevaba. Lo había ganado con una bonificación en Saint Meen-le-Grand, el pueblo de Louison Bobet. Lo perdió con aquella caída. Nada demasiado grave. Jalabert ten...

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Laurent Jalabert vestido de amarillo en el Tour era un recuerdo fugaz, tan rápido como era el francés, reputado y valiente sprinter, por entonces. La imagen corresponde a 1995 y es la de un velocista estrellado a 60 por hora contra una rotonda a la entrada de Le Havre; es la de un ciclista de pie, con una rueda en la mano, un culotte rosa hecho jirones y un maillot amarillo ensangrentado. Era el segundo día que lo llevaba. Lo había ganado con una bonificación en Saint Meen-le-Grand, el pueblo de Louison Bobet. Lo perdió con aquella caída. Nada demasiado grave. Jalabert tenía 26 años. No era por entonces más que un sprinter y el amarillo es una prenda de quita y pon para los de su oficio. Faltaba, sin embargo, poco para su transformación fundamental. Después llegó su prueba de madurez en la etapa de Mende. Le siguió su inesperada victoria en la Vuelta. Desde entonces, 24 jornadas con el amarillo español, nueve más con el rosa del Giro, el verde del Tour, el blanco de la montaña de la Vuelta, el granate también de la Vuelta, pero pasaron los años y el amarillo del Tour no volvía. Llegaron, en su lugar, los problemas. El Tour del 98, el caso Festina y el liderazgo del ciclista francés, su retirada, su enfrentamiento con una carrera a la que creía amar y por la que se sentía rechazado. El año siguiente, el 99, ni siquiera corrió en Francia pese a llevar el maillot tricolor de campeón francés.Al comenzar esta temporada, Jalabert empezó a llenar de fechas y objetivos su vida. Fijó el momento de su retirada para finales de 2002; habló de ganar en esos tres años que le quedaban las cosas que siempre se le habían resistido. Habló de la Lieja, del Mundial, de los Juegos. Y habló del Tour. "Pero quiero volver sin obsesionarme. Si sale bien, bien; si no, la olvidaré para siempre". Dos meses de concentración, olvido de la competición, preparación intensiva. Regreso al Tour. Maillot amarillo el cuarto día. "Y esta vez me ha gustado más que en el 95", dice, feliz. "Ha llegado gracias al esfuerzo colectivo, por un lado, ha sido el fruto del trabajo de todo el equi- po. Y, además, esta vez no creo que sea tan fugaz. Ahora pienso en intentar mantenerlo hasta el final". Sí, en efecto, Jalabert ya no es un corredor fugaz.

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