Tribuna:

Cuando vencer no es convencer RAMON BESA

Al igual que Núñez, que por la relación que hizo de sus enemigos habría que preguntarse por sus amigos, Van Gaal se despidió ayer del Barça de mala manera, aunque al menos dijo adiós desde una sala de prensa y no sentado en una emisora de radio. A partir de un discurso autoritario, propio de la gente que se hace llamar apolítica para no decir que son de derechas, el uno ha vigorizado el testamento del otro hasta reforzar un pensamiento único que despierta el pánico del aficionado independiente. Recordando su curriculo como si fuera único, sobre todo por oposición al que el club ha asumido sin ...

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Al igual que Núñez, que por la relación que hizo de sus enemigos habría que preguntarse por sus amigos, Van Gaal se despidió ayer del Barça de mala manera, aunque al menos dijo adiós desde una sala de prensa y no sentado en una emisora de radio. A partir de un discurso autoritario, propio de la gente que se hace llamar apolítica para no decir que son de derechas, el uno ha vigorizado el testamento del otro hasta reforzar un pensamiento único que despierta el pánico del aficionado independiente. Recordando su curriculo como si fuera único, sobre todo por oposición al que el club ha asumido sin pedir nombre y apellidos, el presidente ha encontrado comprensión en el entrenador y el entrenador en el presidente hasta formar una sola persona. Mal asunto cuando el que manda no puede tomar decisiones sobre el mandado, y no hay diferencia entre los despachos de la casa. A falta de la estima de otros, ambos han coincidido en su egoismo, alimentado la fractura social y perdido la grandeza que se le supone a los mandatarios del Barcelona.Vencer no es convencer, y menos si el ganador es Louis van Gaal. Nadie como el técnico holandés había despertado tanta inquina entre la hinchada desde un triunfo único en la historia centenaria de la entidad, como son sus cuatro títulos en tres temporadas. Van Gaal simboliza la incomprensión hasta el último extremo: no entendió nunca al Barça y el Barça jamás comprendió a Van Gaal, de manera que cada parte se siente dichosa una vez que se ha resuelto el contrato. Tanto como sus logros en la competición regular española, pesan sus fracasos en la Liga de Campeones, y en especial su manera de proceder.

Van Gaal ha dado demasiado volumen a las palabras de Núñez de manera que el grito de "¡Barça, Barça!" que sonó en el balcón de la plaza de Sant Jaume en boca del entrenador para celebrar sus primeros éxitos tuvo un efecto más disuasorio que aglutinador. El tono y el léxico de Van Gaal han resultado tan contraproducentes como su libreta. El entrenador ha pasado desapercibido en la cancha y, en cambio, fuera ha hecho fortuna con expresiones tales que "negativo", "positivo", "tú eres muy malo" o "tu no tienes ritmo".

Previsible e incapaz de corregir un partido, Van Gaal entiende que ha puesto siempre las condiciones óptimas para que el equipo ganara cada encuentro que ha afrontado, sin reparar en asuntos de mayor calado, como la transformación de la plantilla, cuyo coste social, económico y sentimental ha sido tan alto que la hinchada no lo ha asimilado. Núñez se ha limitado a cumplimentar cuantos deseos le ha transmitido Van Gaal: 22.017 millones de pesetas invertidos en 16 fichajes, cuya mayoría ha contribuido a aumentar la sensación de desidentificación con el equipo.

El entrenador abandona el Barcelona con la vitrina de trofeos llena (a pesar de lo sucedido este curso), pero también con la sala de juntas vacía, la grada fracturada y el campo sin rastro de fútbol. Van Gaal ha ido de menos a más y ha acabado arrastrando a Núñez. "Lo que no consiguió su peor enemigo lo ha logrado su mayor amigo", sentenció el directivo Josep Casals cuando se le preguntó por la retirada del presidente y el adiós del entrenador. El legado de Van Gaal parece interesar a tan poca gente que el propio técnico proponía una nueva limpieza del vestuario para poder seguir limpiando al año siguiente.

Por no quedar, no hay siquiera en el Barça un entrenador de club, un técnico como Del Bosque o Flores, para dirigir una transición sin traumas, pues Serra Ferrer lleva años esperando a que pase algo. Hoy nadie sabe a que jugará mañana el Barça, síntoma de que tanto Núñez como Van Gaal han digirido su propio equipo más que al Barcelona. Triste final en un club de fútbol pues, al cabo de los años, los jugadores pesan más que los gobernante. Tras tanto ruido, se impone un poco de paz y reflexión. Así que le vaya bien señor Van Gaal. A buen seguro que, en consonancia con su filosofía de que este país es mejor para vivir que para trabajar, se le comprenderá más como veraneante de Sitges que como entrenador del Barça.

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