Editorial:

Aval o avalancha

Entre el riesgo de una avalancha de candidatos y la anulación sin más de la iniciativa de abrir el sistema de presentación de aspirantes a la secretaría general, la dirección socialista ha hecho... lo que ha podido. Mantiene la posibilidad de que cualquier afiliado presente su candidatura, pero intenta desanimar a eventuales espontáneos estableciendo un filtro: los que quieran beneficiarse de la asistencia del partido para hacer campaña interna deberán conseguir el aval de al menos 22 miembros (10%) del Comité Federal.Nada tan fácil como hacer sarcasmos sobre el jardín en que se han metido los...

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Entre el riesgo de una avalancha de candidatos y la anulación sin más de la iniciativa de abrir el sistema de presentación de aspirantes a la secretaría general, la dirección socialista ha hecho... lo que ha podido. Mantiene la posibilidad de que cualquier afiliado presente su candidatura, pero intenta desanimar a eventuales espontáneos estableciendo un filtro: los que quieran beneficiarse de la asistencia del partido para hacer campaña interna deberán conseguir el aval de al menos 22 miembros (10%) del Comité Federal.Nada tan fácil como hacer sarcasmos sobre el jardín en que se han metido los socialistas. Que la dirección guarde la llave de su propia renovación sería una broma, pero lo contrario, que las oficinas centrales del PSOE se pueblen de aspirantes desconocidos en busca de una oportunidad, también lo es. El mecanismo aprobado permitirá a todos los aspirantes hacer campaña con sus propios medios -que no tienen por qué ser costosos- entre los afiliados que elegirán a los delegados al congreso; una vez elegidos éstos, el partido facilitará a quienes obtengan los avales requeridos los medios materiales para hacer campaña entre el millar de delegados que elegirán al secretario general en el congreso.

Es un sistema imperfecto, como lo es, por ejemplo, el que asigna los tiempos en los espacios electorales de las televisiones públicas en función de los resultados de las elecciones anteriores; pero más vale un sistema imperfecto que ningún sistema. El filtro no es tan severo que impida a cualquier aspirante con un mínimo de posibilidades obtener las 22 firmas exigidas en un Comité Federal de 220. Nadie pasa directamente de párroco a Papa, y un partido serio no puede convertir la elección de su máximo dirigente en un concurso a ciegas.

Pero si era inevitable regular el proceso, el sistema decidido plantea algunas dudas. Por ejemplo, si los delegados serán elegidos bajo el compromiso de votar en el congreso a determinado candidato, pese a que la campaña oficial entre los aspirantes se producirá después de la elección de esos delegados. Otra duda es si cada uno de los miembros del Comité Federal podrá avalar a varios aspirantes.

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La elección directa por los delegados es un paso adelante respecto al sistema de acuerdos entre los grupos internos de poder, vigente en casi todos los partidos. Pero no deja de ser una elección de segundo grado: las agrupaciones provinciales eligen delegados al congreso, y éstos, al secretario general. Los socialdemócratas alemanes establecieron hace años el voto directo de todos los afiliados para la elección del presidente del SPD. Aunque el resultado no es vinculante para los delegados, que deben ratificar esa elección, se supone que no se atreverán a contradecir a las bases. Lo del PSOE es mucho más modesto (y controlado). Pero va en el sentido de favorecer la participación de los afiliados, y todo indica que el futuro de los partidos políticos pasa por una mayor implicación de los militantes individuales en la toma de decisiones. Sería injusto no valorar ese aspecto de la cuestión a la hora de juzgar la decisión de la dirección provisional socialista.

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