El grupo británico Phoenix compra Rover a BMW por diez libras

La compañía automovilística Rover ha logrado recuperar su identidad británica y afianzar su futuro, al menos por unos años, tras la victoria de Phoenix, un consorcio integrado por industriales del país. Su director, John Towers, firmó a primera hora de ayer un acuerdo con la dirección de la alemana BMW que le asegura el control de la deficitaria casa de automóviles por el pago simbólico de 10 libras (2.850 pesetas). Se estima que el grupo alemán contribuye a la operación con 500 millones de libras (unos 142.000 millones de pesetas).

Rover escapó ayer a un cierre anunciado con el acuerdo...

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La compañía automovilística Rover ha logrado recuperar su identidad británica y afianzar su futuro, al menos por unos años, tras la victoria de Phoenix, un consorcio integrado por industriales del país. Su director, John Towers, firmó a primera hora de ayer un acuerdo con la dirección de la alemana BMW que le asegura el control de la deficitaria casa de automóviles por el pago simbólico de 10 libras (2.850 pesetas). Se estima que el grupo alemán contribuye a la operación con 500 millones de libras (unos 142.000 millones de pesetas).

Rover escapó ayer a un cierre anunciado con el acuerdo alcanzado entre sus propietarios desde 1994, el grupo BMW, y el consorcio Phoenix, que dirige un antiguo gerente de la filial británica, John Towers. Phoenix pagará 10 libras por hacerse con el control de la deficitaria compañía, que generaba pérdidas estimadas en dos millones de libras diarias para el grupo automovilístico de Munich. La fortaleza de la libra, y las reticencias del Reino Unido a integrarse en el euro agravaron la situación, según BMW.El cierre de la operación se produjo horas despues de conocerse el respaldo de la entidad financiera estadounidense First Union a la propuesta de rescate de Phoenix. First Union aporta, en concepto de crédito bancario, 200 millones de libras (57.000 millones de pesetas) que permitirán mantener Rover a flote durante los próximos años. BMW, por su parte, contribuye con 500 millones de libras, según estimaciones de ayer, para financiar la restructuración de la casa británica y afrontar los costes de las bajas laborales. Con este gesto, el grupo de Múnich evita su huida del Reino Unido -estaba dispuesto a cerrar Rover de no encontrar un comprador solvente para finales de mes- y retoma las relaciones con el Gobierno de Tony Blair y los sindicatos británicos, que se habían deteriorado en los últimos meses.

Towers afronta con determinación el nuevo reto. BMW no consiguió obtener beneficios de Rover desde su adquisición, hace seis años, y las pérdidas amenazaban con hundir las finanzas y reputación de la matriz del grupo. Los nuevos propietarios, en cambio, confían en lograr la rentabilidad en "dos años", según dio ayer a conocer el director de Phoenix, y eliminar "menos de un millar" de los 9.000 puestos de trabajo de Longbridge, la principal planta de Rover. Phoenix se hace por 10 libras con la propiedad de las marcas Rover y MG y con la producción del viejo Mini.

El popular Rover 75, que BMW fabrica en la planta de Cowley, Oxford, se traslada a Longbridge, la centenaria factoría a las afueras de Birmingham. Su plantilla, unos 9.000 empleados en el momento actual, montarán el Rover 75 además de la gama 25 y 45. Para favorecer la productividad, los nuevos propietarios proyectan crear una fundación en la que un tercio de las acciones pasará a los empleados.

Porvenir asegurado

BMW, por su parte, se reserva los derechos de explotación de las marcas Triumph y Riley. El grupo alemán sigue adelante con la venta de Land Rover a Ford y con la producción del nuevo Mini en Cowley.

Rover tiene asegurado el porvenir durante unos años. A largo plazo, sin embargo, necesitará inyección de capital para sustituir los ya obsoletos modelos 25 y 45. Se estima que, de salir de los números rojos, el éxito del emblema automovilístico nacional dependerá del establecimiento de relaciones con algún fabricante de coches en masa que tenga el volumen de negocio suficiente para invertir en el desarrollo de las nuevas generaciones de Rover.

La operación cuenta con el apoyo del ministro de Comercio e Industria, Stephen Byers, quien en una intervención extraordinaria en la Cámara de los Comunes, calificó el acuerdo de "buena noticia para los trabajadores de Longbridge".

A Rover se la reconoce desde hace décadas como símbolo de la entonces emergente clase media británica, y por eso su rescate supera los límites del competitivo mundo industrial contemporáneo. El Gobierno de Tony Blair intervino directamente, los sindicatos declararon la guerra a BMW, propietarios desde hace seis años de la deficitaria compañía, y el resto de la población puso igualmente su granito de arena.

En abril, las ventas del Rover 75, el más popular de la casa, se dispararon un 116,5% respecto al mes anterior. Los masivos descuentos tuvieron un efecto positivo en un despegue cuyas causas apuntan, sin embargo, a la respuesta patriótica del pueblo inglés. Towers confía en que esta oleada de orgullo nacional que ha subido las ventas no se desvanezca en el aire. Necesita mantener niveles similares de ventas para lograr salir de los números rojos dentro de dos años, su objetivo inicial.

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