Reportaje:

Un perro a 7.050 metros de altitud

A través de la redecilla de la tienda y de la ventisca que sopla en el campo 1, a 7.050 metros, uno ha creído ver un perro, así, andando entre las tiendas y sin poder explicar cómo ha superado los tramos helados hasta encaramarse al Collado Norte. Demasiado para mí. Necesito ayuda. Esto deben ser las famosas alucinaciones provocadas por la altitud. Me giro en la tienda y comento mi visión: Iñaki Ochoa de Olza se ríe primero y recuerda enseguida cómo el perro le ha acompañado en su ascensión. Cuatro horas más tarde, la tormenta no ha cesado, tampoco mi malestar. Desciendo y abandono un campo pl...

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A través de la redecilla de la tienda y de la ventisca que sopla en el campo 1, a 7.050 metros, uno ha creído ver un perro, así, andando entre las tiendas y sin poder explicar cómo ha superado los tramos helados hasta encaramarse al Collado Norte. Demasiado para mí. Necesito ayuda. Esto deben ser las famosas alucinaciones provocadas por la altitud. Me giro en la tienda y comento mi visión: Iñaki Ochoa de Olza se ríe primero y recuerda enseguida cómo el perro le ha acompañado en su ascensión. Cuatro horas más tarde, la tormenta no ha cesado, tampoco mi malestar. Desciendo y abandono un campo plagado de sherpas y de expedicionarios españoles. Todos aspiran a alcanzar al día siguiente el campo 2. Juanito Oiarzabal ha optado por abandonar mientras su compañero Ferrán Latorre ha alcanzado a duras penas los 7.500 metros antes de girar los talones. Nadie ha logrado equipar el campo 2. Aquí y allá se aperciben depósitos de material abandonados en mitad de la pared, dispuestos para una mejor ocasión.

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A la mañana siguiente, todos los expedicionarios están de vuelta, espantados por el viento y el frío: la expedición navarra, lo que quedaba de la de TVE, la andorrana, una internacional... Se trata ahora de reordenar las estrategias y decidir cuándo y cómo vuelve uno a subir. De momento, se anuncian tres días de viento. Aquí convergen diferentes corrientes de pensamiento sobre aclimatación y se enfrentan los que prefieren andar 25 kilómetros hasta el campo base (donde se descansa y se come bien) con aquellos que prefieren aguantar a 6.400 metros. A regañadientes, Juanito Oiarzabal ha alcanzado el campo base, acuciado por obligaciones contractuales. Anuncia que en dos días estará de vuelta. Nadie sabe con quién se encontrará a su regreso.

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