Tribuna:

La necesaria unidad de los socialistas

En 1978, cuatro diferentes partidos socialistas que actuaban en el ámbito valenciano fueron capaces de unirse, superando sus diferencias, para cohesionar el espacio político del socialismo democrático. Desde la fortaleza que proporcionó la unidad, los socialistas consiguieron aglutinar una mayoría social que permitió realizar cambios históricos, liderando el proceso autonómico y formando, años después, mayorías de gobierno en la Comunidad Valenciana y en España. Vivíamos una crisis asimétrica tras las primeras elecciones democráticas celebradas en España después de la Dictadura pues, mientras ...

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En 1978, cuatro diferentes partidos socialistas que actuaban en el ámbito valenciano fueron capaces de unirse, superando sus diferencias, para cohesionar el espacio político del socialismo democrático. Desde la fortaleza que proporcionó la unidad, los socialistas consiguieron aglutinar una mayoría social que permitió realizar cambios históricos, liderando el proceso autonómico y formando, años después, mayorías de gobierno en la Comunidad Valenciana y en España. Vivíamos una crisis asimétrica tras las primeras elecciones democráticas celebradas en España después de la Dictadura pues, mientras el PSOE había obtenido un gran resultado, de manera un tanto inesperada, las restantes formaciones políticas en el campo del socialismo democrático quedaron muy por debajo de sus expectativas. Se actuó con generosidad y visión de futuro por parte de todos y el proceso se culminó con éxito, integrando a todos los socialistas valencianos en un mismo partido y compartiendo las tareas internas y las responsabilidades públicas.Hoy, el socialismo valenciano está sumido en una profunda e interminable crisis que no tiene justificación en las diferencias ideológicas o programáticas (a menudo son la coartada que oculta ambiciones personales). La explicación hay que buscarla en las ambiciones encontradas, en el egoísmo y la necesidad de sobrevivir de un puñado de dirigentes excesivamente dependientes de la actividad política. Unas docenas de líderes territoriales de un partido cerrado y clientelar, generalmente agrupados en clanes o familias, y sus "jefes", son los responsables de este drama del socialismo valenciano en el que se juega con las convicciones y las ilusiones de centenares de miles de simpatizantes o votantes del PSPV.

A los lectores más jóvenes, sobre todo, quiero asegurarles que hubo un tiempo, no muy lejano, en que militar en el Partido Socialista era un ejercicio de generosidad, de entrega por unos ideales nobles de defensa de los más débiles, con propuestas más o menos acertadas pero honestamente planteadas. La inmensa mayoría de los socialistas se afiliaron por convicciones, sin esperar compensación alguna en forma de cargos públicos y arriesgando o sacrificando de alguna manera su trayectoria profesional y su vida familiar. Creo que esto debe seguir siendo cierto, pero no lo parece en absoluto. El exceso de profesionalización de la política ha producido con el tiempo una selección de los más aptos para sobrevivir en un medio agresivo. Son gentes que se mueven en medio de los conflictos con gran desenvoltura, que pactan, traicionan, filtran, tensionan y, sobre todo, a todas horas conspiran. Las leyes de Darwin han hecho que ese tipo de dirigentes, en otro tiempo desprendidos y bien intencionados, sean los que controlan la organización con la aspiración de mantener una cuota de poder en beneficio propio y de sus seguidores más próximos. Los gladiadores del socialismo valenciano se caracterizan también por malgastar la mayor parte de sus energías y de su tiempo en luchar contra sus propios correligionarios y sólo una pequeña parte en la confrontación con la derecha que gobierna con comodidad y amplía su electorado.

La crisis del socialismo valenciano tendría más fácil solución si hace años se hubiera hecho un esfuerzo de apertura hacia la sociedad, de modo que los límites entre partido y sociedad fueran permeables, y las gentes y y sus ideas pasaran del uno a la otra y viceversa. Eso era lo inteligente. Pero quienes podían impulsar esa ilusionante tarea mostraron más interés en disputar el control del aparato de un partido esclerotizado. Las consecuencias las hemos visto: aumento de la conflictividad, batallas inacabadas y rencores recíprocos que hacen que el PSPV se desangre ante los ojos atónitos de los ciudadanos y ante el dolor y la impotencia de votantes, simpatizantes y también de muchos afiliados que no podemos actuar fuera de la estructura de familias o clanes y que no queremos pertenecer a ninguna de ellas. Así las cosas, en el partido están los que están y mandan los que mandan, por lo tanto la solución de una fenomenal escoba que aparte a los responsables de la crisis no es imaginable. La solución está, por desgracia, en las manos de quienes han creado el conflicto. Y tendrán que hacer en el verano del 2000 lo que no fueron capaces de hacer en los dos Congresos anteriores: aparcar las diferencias y unirse, anteponer los intereses de los ciudadanos progresistas a las ambiciones personales. Pero, en todo caso, la recuperación electoral del socialismo democrático valenciano sólo llegará cuando nos abramos a la sociedad, incorporemos nuevas gentes y ganemos la complicidad de la amplia clase media valenciana. Esta es la discusión que me interesa. Las peleas para los gladiadores. Lo bien cierto es que la unidad de los socialistas es hoy, como lo fue en 1978, la condición sine qua non para aspirar a gobernar la sociedad valenciana.

Javier Sanz es catedrático de la Universidad Politécnica de Valencia y afiliado del PSPV.

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