Tribuna:

Procusto

Decía Aznar en Abc que su mérito no era otro que el de haber conectado con el país real, mientras que sus adversarios se habían dirigido a un país de ficción. No aclaraba si consideraba irreales también a los contribuyentes que aun no habiéndole votado pagan impuestos verdaderos. Más adelante, para aclarar las cosas, añadía que en el mundo actual no tiene tanta importancia la vieja polémica entre derechas e izquierdas como entre "lo que funciona y lo que no funciona, lo que es eficaz y no es eficaz". ¿Les suena? Es lo mismo que decía Felipe González en el 82, cuando le preguntaban en qué i...

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Decía Aznar en Abc que su mérito no era otro que el de haber conectado con el país real, mientras que sus adversarios se habían dirigido a un país de ficción. No aclaraba si consideraba irreales también a los contribuyentes que aun no habiéndole votado pagan impuestos verdaderos. Más adelante, para aclarar las cosas, añadía que en el mundo actual no tiene tanta importancia la vieja polémica entre derechas e izquierdas como entre "lo que funciona y lo que no funciona, lo que es eficaz y no es eficaz". ¿Les suena? Es lo mismo que decía Felipe González en el 82, cuando le preguntaban en qué iba a consistir el cambio: "En que España funcione". Evitaba de ese modo hablar de ideas, porque las ideas, como los detergentes, estropean las manos. Recuerden lo del gato negro o gato blanco y compárenlo con las palabras citadas más arriba. Los políticos creen que ganar las elecciones les cualifica para separar lo real de lo irreal como las aguas del mar Rojo.Ahora ya sabemos a qué condujeron los excesos realistas del PSOE. Fueron los desatinos perpetrados en nombre de lo real lo que les sumió en ese estado catatónico del que no logran salir. La realidad es alucinógena y administrada en dosis absolutas puede hacerle creer a uno que todo aquello que no le cabe en la cabeza o en el lecho no es real. Recuerden a Procusto, aquel monstruo mitológico que estiraba o amputaba las piernas de quienes no se adaptaban exactamente a las medidas de una cama que representaba su idea de lo posible. Franco, como todos los dictadores, no hizo otra cosa que recortar lo que no se ajustaba a la silueta de la plantilla. Mientras él decretaba qué era real y qué no, la España imaginaria huyó a América, donde hizo la literatura que curiosamente más cita Aznar para demostrar su calidad de real.

Quiere decirse que no está claro dónde empieza la cama y termina la vida, o viceversa. En cualquier caso, y como a estas alturas ya sabemos de qué hablan los políticos cuando hablan de realidad, uno casi preferiría que hicieran las cosas en nombre de Dios. De momento, y pese a Rouco, se puede vivir perfectamente excomulgado, pero si te decretan irreal estás listo. Aunque luego te citen.

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