EL PERFIL

Alma de tuno

Es probable que José Núñez Castain se afanase en afilar algún lápiz cuando recibió la llamada del presidente del PA, Alejandro Rojas-Marcos, para notificarle que sería el candidato al Congreso por Cádiz. A Núñez le pirran los lápices de punta fina, con los que suele distraer algunas conversaciones mientras pintarrajea. Un tic profesional de su formación arquitectónica que le ha acompañado durante sus cuatro años en su despacho de la Junta de Andalucía. Por lo demás, se volcó tanto en su cartera que, a decir de algunos, parecía creer que había inventado el turismo.Al frente de la Consejería...

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Es probable que José Núñez Castain se afanase en afilar algún lápiz cuando recibió la llamada del presidente del PA, Alejandro Rojas-Marcos, para notificarle que sería el candidato al Congreso por Cádiz. A Núñez le pirran los lápices de punta fina, con los que suele distraer algunas conversaciones mientras pintarrajea. Un tic profesional de su formación arquitectónica que le ha acompañado durante sus cuatro años en su despacho de la Junta de Andalucía. Por lo demás, se volcó tanto en su cartera que, a decir de algunos, parecía creer que había inventado el turismo.Al frente de la Consejería de Turismo y Deportes, la figura de José Núñez Castain (Sevilla, 1950), casado, cuatro hijos, se ha afianzado como la cara risueña y diplomática de un partido plagado de virreyes que batallan entre sí entre una cita electoral y otra. Casi un recién llegado en comparación con los rostros históricos de la formación, se ha beneficiado del manto institucional que le ha alejado de la pelea interna, pero también de su propio natural conciliador y solícito, que convierte casi en misión imposible rastrear la pista de sus enemigos.

Núñez aceptó el reto de encabezar la lista del PA por Cádiz para aspirar a un escaño en el Congreso -una opción de la que dudaban a veces hasta sus propios colaboradores- con el entusiasmo que imprime a todo lo que hace. Abandonó los polos con el membrete de Turismo Andaluz por las camisas bordadas con la palabra Andalucía con la misma facilidad con la que, en 1995, había mudado el despacho de Urbanismo de Sevilla por el del consejero de Turismo y Deportes. En campaña depositaba similar pasión ante una inesperada recepción a lo Míster Marshall que departía tres horas con el único militante que acudía a una cena electoral.

El hombre que encarna el regreso del andalucismo a la Cámara Baja descubrió la política al filo de la cuarentena. Hasta entonces, se había volcado en la docencia en la Escuela de Arquitectura de Sevilla, en el departamento de Urbanismo, del que luego saldrían algunos de sus colaboradores. Dos rasgos despuntaban ya entonces en su personalidad, condicionados por su origen familiar: es hijo de militar y pertenece a una familia numerosa de 11 hermanos. Ambas características explican su talante disciplinado -evidenciado luego en la obediencia con la que recibe las propuestas de su partido-, tolerante y capaz de forjar equipos de trabajo.

Sus colaboradores coinciden en describirlo como un jefe que delega responsabilidades y, a la vez, ampara a los suyos. Pero incluso entre la oposición resulta complejo hallar alguien que lo descalifique. Si acaso, antiguos concejales de corporación en el Ayuntamiento de Sevilla que le tildaban de "napoleónico" o que, al asumir las riendas del urbanismo, se asombraron ante el giro "de 180º" de su discurso. Del urbanismo "progresista" propugnado desde la oposición -Núñez se estrenó como concejal independiente en 1987- recuerdan que mudó a una gestión a partir de 1991 que estrenó la vía de las recalificaciones "extrañas".

Pero también los críticos aprecian su exhaustivo conocimiento urbanístico y su habilidad con la palabra. De su etapa al frente de la Consejería de Turismo y Deportes queda un rastro de comunicador integral, capaz de transmitir ideas incluso con gestos (los famosos membretes de sus camisas), que llegó a normalizar por encima de la imagen de hombre-anuncio. Durante su etapa en la Junta, fue un poco por libre, obsesionado con diferenciar la gestión del PA de la socialista. De ahí, que sus conferencias de prensa como consejero no se realizasen en las delegaciones provinciales del Gobierno andaluz, que ignoraban incluso su programa de actos.

Núñez, un fichaje de Rojas-Marcos en las elecciones municipales de 1987 entre profesionales independientes, admitía esa necesidad de desmarcarse, pero rara vez confiesa bajones en su estado de ánimo, tan infrecuentes como las explosiones coléricas. Encaja con tal naturalidad los contratiempos que muestra un gran autocontrol. En la campaña despachaba cada desorientación del chófer por los pueblos andaluces con tranquilidad: "Con nuestra media hora de pérdida, ya contábamos".

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El diputado andalucista es de esos seres extrovertidos y reservados a la par, que exprimen hasta la última gota todo lo que les rodea y que llevan las convicciones hasta el extremo. Lo único que le puede es su incapacidad para conservar unas llaves, un móvil o un informe, que se le pierden en un laberinto de bolsillos, rincones y sitios insospechados, que parecen creados para acoger los olvidos de Pepenúñez, como le dicen desde sus compañeros de la hermandad del Museo a los militantes andalucistas del pueblo más recóndito.

Esa tendencia al aprovechamiento radical queda patente con su familia y sus amigos, con quienes sigue veraneando en la costa de Huelva, para compartir tertulias, pesca, paseos en bici o fiestas en las que se arranca por sevillanas con un desparpajo notable, el mismo que empleaba para ir de ronda de tuno en su mocedad universitaria.

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