Cartas al director

Tono inapropiado

Quisiera expresar mi firme protesta por una serie de expresiones adoptadas en ciertos artículos aparecidos recientemente en su periódico. Es evidentemente que los medios de comunicación de contenido político toman partido por unos u otros partidos políticos, a lo cual no tengo nada que oponer. Antes bien, lo aprecio en la medida en que me parece necesario presentar a los ciudadanos diferentes lecturas sobre cualquier aspecto relacionado con la vida política en general.Esto, que tan obvio nos parecerá a todos, no creo que esté en contradicción con el cuidado en las formas y los contenidos, y lo...

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Quisiera expresar mi firme protesta por una serie de expresiones adoptadas en ciertos artículos aparecidos recientemente en su periódico. Es evidentemente que los medios de comunicación de contenido político toman partido por unos u otros partidos políticos, a lo cual no tengo nada que oponer. Antes bien, lo aprecio en la medida en que me parece necesario presentar a los ciudadanos diferentes lecturas sobre cualquier aspecto relacionado con la vida política en general.Esto, que tan obvio nos parecerá a todos, no creo que esté en contradicción con el cuidado en las formas y los contenidos, y lo más importante, con el respeto hacia los lectores. Sin embargo, el tono y expresiones empleadas por algunos de los colaboradores habituales de EL PAÍS distan mucho no sólo de lo que debe ser una cabal comprensión del ejercicio periodístico, sino también del verdadero significado del juego democrático. Don Enrique Gil Calvo, en el artículo Zanahorias, se permite el lujo de tildar de "asnos" a los ciudadanos que libremente y tras ponderada reflexión, han optado por votar la opción democráticamente elegida del Partido Popular (muchos o algunos de ellos, aunque pueda parecer mentira, sus propios lectores). Doña Maruja Torres, en su artículo Esto es tragar, hace una reprobable comparación entre la eufórica audiencia del PP congregada en la calle de Génova la noche de las elecciones y el Ku Klux Klan. Tampoco tiene recato en afirmar que a los ciudadanos se nos atragantarán las palomitas por el simple hecho de ejercer de forma, una vez más, libre y ponderadamente reflexionada, nuestro derecho al voto. Además, no duda en afirmar que "las rubias de cualquier edad vociferaban el triunfo de la democracia que ellos nunca se trabajaron". Supongo que allí habría de todo, desde quien se la trabajó hasta quien no se la trabajó. Como en todos los lados. Miren a su alrededor. Es muy posible, de nuevo, que la señora Torres no pueda concebir en su maniquea representación de la realidad política el hecho de que lectores de EL PAÍS voten al PP. Sin saberlo, o quizá consciente de ello pero sin prestarle la menor importancia, también está faltando al respeto a sus lectores. El verdadero savoir faire consiste en todo lo contario: saber discutir o rebatir opciones sin caer en el insulto. El insulto sólo pone en evidencia una carencia: la de la razón.- . Cuando la noche del 12 de marzo Joaquín Almunia dimitió y José María Aznar saludó desde el balcón de la calle de Génova a sus simpatizantes, pensé que se había cerrado un ciclo, no sólo político, también social y sociológico, y que España había decidido lo que prefería ser. También los españoles habían preferido lo que no querían ser. Sin embargo, en su periódico todavía tiene usted a informadores que se aferran a un discurso de estereotipos superados y que desde no sé qué tribuna ideológica se elevan sobre los equivocados de la calle de Génova. Debe ser que en Madrid hay otra calle de Génova y Javier Sampedro no estuvo en la que se desarrolló la fiesta del PP (la fiesta de la mayoría de los votantes).

Así habla de la gomina de Alcázar y Pedrín, como si la gomina fuera de uso del PP y de las mujeres con mechas. Y es que claro, ya se sabe que ir a una peluquería no está al alcance de todo el mundo, sólo de los votantes del PP. Después, haciendo gala de un fina ironía dice que Ayuntamiento de Madrid y protección es un contradicción. Claro, él tuvo que escribir camuflado porque ya se sabe que en el PP todavía está el espíritu de Girón de Velasco y la DGS. Por si no fuera bastante, en la misma página Maruja Torres arremete contra Frutos y Ciscar. Eso sí, al día siguiente de los resultados, no vayan a pensar, si lo escribe el 10 de marzo, que es un agente del PP. En sintonía con Sampedro, habla de "las rubias de cualquier edad". Claro, lo progresista es ser morena, castaña o pelirroja como Carmen Alborch. Supongo que pelirroja en su casa, porque como no es del PP no podrá ir a la peluquería.

Además, "rubias que no se trabajaron el voto". Ya se sabe que el que no corrió delante de los grises es un burgués acomodado, aunque pague impuestos y trabaje todos los días y, además, "pertenecen a una mayoría aletargada"; claro, el pueblo se ha equivocado y prefiere la modorra y el letargo invernal de la derecha. El pueblo no se ha equivocado, son los amigos de Aznar y su poder mediático los que han llevado el voto al PP, que el pueblo es soberano e independiente sólo si a Maruja le parece bien.

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En fin, que todavía pretenden hacer creer a los lectores que vuelven los flechas y pelayos, los Arriba España y la represión ideológica. Yo les pregunto, señores de EL PAÍS, por qué no renuevan ustedes a sus informadores políticos que se inventan una realidad paralela y que además quieren que comulguemos con sus fantasmas de un pasado trasnochado. ¿Para quién escriben estos periodistas? ¿A qué clientelas tienen que servir? Los fieles lectores de EL PAÍS nos merecemos algo mejor que el narcisismo démodé de la progresía trasnochada. ¿Hasta qué punto el ombliguismo de intelectuales y periodistas no han llevado a la izquierda a su fracaso? El discurso de la crítica perenne a los clichés de la derecha rancia, ya han caducado por rancios.- Bruno Pujol Bengoechea. Madrid.

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