Tribuna:

Publirreportajes de campaña

José Bono, presidente de Castilla-La Mancha, aparece en Los desayunos de TVE y, a las 9.03 de la mañana, suelta, con insólito energía, que los telediarios de TVE son publirreportajes de Aznar. Sus interlocutores -Luis Mariñas, J.J.Armas Marcelo y Julio César Iglesias- callan, pero procurando no otorgar. ¿Son realmente un publirreportaje los telediarios? Si nos atenemos a estos primeros días de campaña, quizás no alcancen la categoría de publirreportaje, pero sí presentan interesantes diferencias en el tratamiento de los actos de unos (los que mandan), otros (los que aspiran a volver a mandar) ...

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José Bono, presidente de Castilla-La Mancha, aparece en Los desayunos de TVE y, a las 9.03 de la mañana, suelta, con insólito energía, que los telediarios de TVE son publirreportajes de Aznar. Sus interlocutores -Luis Mariñas, J.J.Armas Marcelo y Julio César Iglesias- callan, pero procurando no otorgar. ¿Son realmente un publirreportaje los telediarios? Si nos atenemos a estos primeros días de campaña, quizás no alcancen la categoría de publirreportaje, pero sí presentan interesantes diferencias en el tratamiento de los actos de unos (los que mandan), otros (los que aspiran a volver a mandar) y otros (los que nunca pintarán nada, sobre todo si los siguen tratando como les tratan).En el Telediario de ayer al mediodia, sin ir más lejos, ocurrió algo realmente curioso. En el bloque de información electoral del día, Aznar protagonizó un vídeo de casi cuatro minutos dedicado íntegramente a lo que, con perfecta dicción, la presentadora Ana Blanco definió como encuentro con el ámbito cultural, un acto durante el cual el candidato popular anunció sus proyectos sobre la futura ley del mecenazgo ante un auditorio compuesto por, entre otros, José Luis López Vázquez, Pedro Osinaga, Fernando Sánchez-Dragó, Pepe Rubio, Teresa Rabal, Paloma San Basilio, Norma Duval (tuve que levantarme y pegarle dos leches al televisor porque empezaba a emitir en blanco y negro).

Pues bien, en este mismo telediario, Almunia consiguió dos minutos y medio de atención, pero dividida en tres bloques en los que se le veía, cual correcaminos peninsular, arengando a los jóvenes y anunciándoles que el servicio militar ha terminado, conferenciando ante unas mujeres o, más tarde, paseando su gabardina por un parque eólico en el que, además de hablar de energías alternativas y darle una colleja dialéctica a José María Cuevas, tuvo que resguardarse de las potentes ráfagas de viento.

Visualmente, la idea parecía clara. Aznar logra, con un solo desplazamiento, más de lo que otros consiguen con tres. Aznar puede permitirse el lujo de tomarse su tiempo para colocar sus frases y abrazarse a Victoria Vera mientras que Almunia corre de un lado a otro con la lengua fuera arañando minutos. ¿Espíritu de publirreportaje? Sería excesivo afirmarlo, pero, en cualquier caso, sí una discreta y constante veneración que, puestos a escoger entre una y otra imagen, entre una y otra frase, se decanta siempre a favor del gran protagonista, como esos directores de fotografías que siempre procuran que sus estrellas salgan en la película lo más guapas posibles.

¿Manipulación informativa? Por supuesto. En eso somos tradicionales y nos negamos a perder nuestra larga, casposa e intransigente experiencia de manipulación informativa. Una experiencia que, por desgracia, incluye a lo que, con cursi retintín, suele denominarse como todo el abanico de fuerzas políticas.

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