El poeta Ángel Augier edita un estudio sobre Alberti y su relación con Cuba

"Toda mi infancia en El Puerto de Santa María, Puerto Real y la Isla de San Fernando estuvo rodeada de una atmósfera clara y romántica de canciones, palmeras, loritos y palabras de la isla de Cuba". Con estas palabras, Rafael Alberti solía explicar su natural apego al país caribeño, un sueño insular que sedujo al poeta mucho antes de que pudiera poner los pies en él. Del idilio de Alberti y Cuba, da cuenta el escritor habanero Ángel Augier, quien acaba de editar un exhaustivo estudio sobre este tema.Alentado por más de medio siglo de amistad con Alberti, Augier recuerda la primera visita del p...

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"Toda mi infancia en El Puerto de Santa María, Puerto Real y la Isla de San Fernando estuvo rodeada de una atmósfera clara y romántica de canciones, palmeras, loritos y palabras de la isla de Cuba". Con estas palabras, Rafael Alberti solía explicar su natural apego al país caribeño, un sueño insular que sedujo al poeta mucho antes de que pudiera poner los pies en él. Del idilio de Alberti y Cuba, da cuenta el escritor habanero Ángel Augier, quien acaba de editar un exhaustivo estudio sobre este tema.Alentado por más de medio siglo de amistad con Alberti, Augier recuerda la primera visita del poeta gaditano a la isla, hacia 1935, en compañía de la que entonces era su esposa, María Teresa León. "Tuve el honor de conocerle y de estar muy cerca de él ese año, siendo yo un joven poeta con apenas un libro publicado", evoca Augier.

En las notas que acompañan a la edición original de 13 bandas y 48 estrellas. Poema del mar Caribe, Alberti explicaba: "Mis primos más pequeños han sido arrullados en sus cunas por los sones habaneros de una mulata (...). Todos los barcos que arribaban de América a sus muelles sólo podían venir de La Habana para nosotros. Los cigarros que fumaban nuestros tíos eran habaneros...".

Cuando Alberti pone su palabra al servicio "del proletariado internacional", según recuerda Augier, la revista Octubre publicó un poema suyo titulado ¡Salud, Revolución cubana!, que venía a estrechar los lazos entre el poeta y la isla no sólo desde la memoria sentimental, sino también desde el compromiso político.

El exilio del matrimonio Alberti les condujo de Nueva York a La Habana, donde llegaron precedidos por un enorme prestigio literario, lo que sumado a valiosas amistades como José Chacón y Calvo, director de Cultura de la época, permitió una feliz estancia para ambos.

Paso a paso, Augier sigue el rastro de los Alberti en un voluminoso ensayo que culmina en la labor poética del portuense.

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