Tribuna:MONEDA AL AIRE - JULIO CÉSAR IGLESIAS

La Liga que viaja en ascensor

Después de husmear en las profundidades del archivo, los teóricos del estadio manejan varias hipótesis revolucionarias para explicar el misterio de la Liga del ascensor. A falta de antecedentes buscan alguna imagen virtual que nos permita entender una extraña aventura en la que el héroe se transforma primero en villano, más tarde en gusano y finalmente en microbio, antes de iniciar el viaje de vuelta. En la confusión, el gallinero se alborota: los críticos se dividen, los internautas disparan a la red, los estadísticos buscan una remota conexión entre el pulso de nuestros artilleros y el flujo...

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Después de husmear en las profundidades del archivo, los teóricos del estadio manejan varias hipótesis revolucionarias para explicar el misterio de la Liga del ascensor. A falta de antecedentes buscan alguna imagen virtual que nos permita entender una extraña aventura en la que el héroe se transforma primero en villano, más tarde en gusano y finalmente en microbio, antes de iniciar el viaje de vuelta. En la confusión, el gallinero se alborota: los críticos se dividen, los internautas disparan a la red, los estadísticos buscan una remota conexión entre el pulso de nuestros artilleros y el flujo migratorio de los gansos, y los milenaristas vuelven a salir de sus catacumbas para proclamar que, con dos meses de retraso, han conseguido encontrar el Efecto 2000.Como casi siempre, hay aquí dos visiones opuestas del fenómeno. En resumen, los pesimistas dicen que todo campeonato dominado por clubes de segunda fila es necesariamente una calamidad: puesto que el Madrid y el Barcelona han sufrido una de las más graves lipotimias desde los tiempos de Yeltsin, esta Liga es un adefesio. Los optimistas, en cambio, están convencidos de que la pequeñez de los grandes sólo es una manifestación de la grandeza de los pequeños. Creen que toda transgresión de la jerarquía es siempre saludable, y que el nuevo reparto de poderes expresa cabalmente las ventajas de la variedad frente a la monotonía.

Con el fin de prevenir depresiones conviene alistarse en el segundo grupo y, llegado el caso, responder a las cifras con las cifras. Como cuestión previa podemos decir que, con independencia de presupuestos y deudas, un club elegido al azar en la nómina de Primera está en condiciones de imponerse a cualquier otro. Si echamos un vistazo a la tabla comprobaremos que todos conocen la combinación de la caja fuerte; todos disponen de un sistema defensivo solvente, de algún centrocampista con tacto para el dibujo, de un buen lanzador de tiros libres, de un extremo hábil y de un tipo con buena puntería. Sin perjuicio del Balón de Oro de Rivaldo, de la precocidad de Raúl o de la fuerza explosiva de Hasselbaink y Milosevic, resulta, por ejemplo, que el Sevilla tiene en Tsartas a uno de los francotiradores más brillantes del mundo, el Betis en la combinación Finidi-Alfonso-Denilson el mayor capital de ingenio, y el Racing en Salva a uno de los goleadores del año. Y, vivir para ver, los tres están en la UVI.

Pero además este campeonato tiene el indiscutible valor de la diversidad: sin olvidar el juego plural del Celta o el juego mestizo del Depor, es una representación de todos los estilos imaginables, desde el italiano más recalcitrante hasta el holandés más atrevido. A quienes piden resultados prácticos, también se les puede replicar con un dato numérico: tan cierto es que la carrera carece de un dominador como que España es el país más brillantemente representado en las competiciones europeas; tres equipos han prosperado en la Liga de Campeones y cuatro en la Copa de la UEFA. Nunca tantos llegaron tan lejos.

La conclusión es que no estamos ante un conflicto bananero, sino ante una larga guerra de desgaste en la que el factor decisivo será la capacidad de cada combatiente para cumplir tres condiciones: olvidar las derrotas, reemplazar a los heridos y armarse de paciencia.

Luego, como de costumbre, las piezas comenzarán a encajar, y la distancia entre ganadores y perdedores se revelará como un sencillo problema de reservas.

Porque, espejismos al margen, no ganará la Liga quien tenía en agosto el mejor equipo titular, sino quien tenga en mayo a los once mejores supervivientes.

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