Tribuna:

Pañolada

JUANJO GARCÍA DEL MORAL Los pañuelos flamearon el domingo en Mestalla. Era la primera vez que sucedía esta temporada, pero seguramente no será la última, porque el Valencia parece haberse instalado ya en una de esas crisis cíclicas a las que, para su desgracia, ya se han acostumbrado los aficionados. Estaba cantado, por lo visto en los días anteriores, que había llegado la crisis, y la derrota ante el Espanyol no ha hecho más que ponerla claramente de manifiesto, por si alguien no se había dado cuenta. Ahora viene lo de siempre: reunión urgente del consejo -ayer por la tarde, a la hora de escr...

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JUANJO GARCÍA DEL MORAL Los pañuelos flamearon el domingo en Mestalla. Era la primera vez que sucedía esta temporada, pero seguramente no será la última, porque el Valencia parece haberse instalado ya en una de esas crisis cíclicas a las que, para su desgracia, ya se han acostumbrado los aficionados. Estaba cantado, por lo visto en los días anteriores, que había llegado la crisis, y la derrota ante el Espanyol no ha hecho más que ponerla claramente de manifiesto, por si alguien no se había dado cuenta. Ahora viene lo de siempre: reunión urgente del consejo -ayer por la tarde, a la hora de escribir estas líneas- para estudiar posibles soluciones, que también son las de siempre, esto es, el tan manido "revulsivo" que suele pasar por el relevo del entrenador, o algún fichaje para insuflar ideas e ilusión y distraer al personal, aunque, curiosamente, casi nunca se plantea la posibilidad de una dimisión de la directiva, del consejero delegado o del presidente. Pero esta vez la cosa parece más complicada. Los que conocen las interioridades del club de Mestalla saben que su situación económica difícilmente le permite hacer frente al despido de Cúper, que costaría casi mil millones de pesetas, y, vistos los precios que imperan en el mercado futbolístico, los grandes fichajes también quedan lejos de sus posibilidades. Pero también saben que la mediocridad no es exclusiva del juego del equipo, sino que está instalada también en los despachos del club, empezando por el del presidente. La mediocridad y la apatía se han apoderado de la entidad, la revolución ha estallado en el vestuario y nadie reacciona. Es normal, sobre todo cuando el presidente parece únicamente concentrado en impedir que su antecesor, Paco Roig, vuelva a ocupar el despacho presidencial y, encima, está convencido de que ése es su gran mérito. Entonces, ¿qué hacer? Ya ha quedado insinuado. Pero, lamentablemente, si nuestros políticos son poco proclives a las dimisiones, qué les voy a contar de los dirigentes del fútbol. Además, ¿a quién poner? Haría falta alguien con autoridad moral y prestigio. ¿Dónde está ese mirlo blanco capaz de reconducir el club? Se me ocurren varios nombres, pero seguro que ninguno de ellos está dispuesto a sufrir una pañolada.

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