Tribuna:EL PSOE Y LAS ELECCIONES GENERALES

Listas electorales y estructura de partido

La elaboración de las candidaturas a un comicio importante trae a la superficie lo que entre elección y elección fluye por capas más profundas, ocultas y ramificadas de la vida de los partidos. Se concretan entonces líneas de poder, direcciones de pensamiento político, supuestas o proclamadas tomas de actitud en base a estas directrices, y aparece esa conjunción entre lo personal y lo colectivo, la ambición y la ideología, que ha constituido siempre la cala más rica psicológicamente del poder, cuando no, con mayor frecuencia, de la falta del mismo e incluso de la resignación a no tener alguna ...

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La elaboración de las candidaturas a un comicio importante trae a la superficie lo que entre elección y elección fluye por capas más profundas, ocultas y ramificadas de la vida de los partidos. Se concretan entonces líneas de poder, direcciones de pensamiento político, supuestas o proclamadas tomas de actitud en base a estas directrices, y aparece esa conjunción entre lo personal y lo colectivo, la ambición y la ideología, que ha constituido siempre la cala más rica psicológicamente del poder, cuando no, con mayor frecuencia, de la falta del mismo e incluso de la resignación a no tener alguna participación en él.Ahora que andamos escasos en la novela de temas en los que la realidad y la imaginación, lo individual y lo colectivo, el proyecto y la larga elegía que desata su pérdida, se conjuguen en un todo inseparable. Cuando el espejo a lo largo del camino deja escapar lo que de colectivo tiene cada cual, brindo a los colegas el tema: la persecución del puesto electoral extraviado, arrancado con dura sangría o con dolor seco.

Pero no se trata hoy de cantar la nobleza de quien acepta y sigue sirviendo. Ni recordar la cólera de Aquiles cuando tan injustamente le privaron de Briseida el Atrida y sus colaboradores en el aparato aqueo, encerrándose en su rencor y en su tienda, desentendiéndose de momento del combate. No se trata de evocar la grandeza y la servidumbre de la militancia, si no de algo menos literario, pero sin duda, en nuestra circunstancia, pertinente: recordar que, como el lector sabe, existe una relación entre la estructura de los partidos y la manera de confeccionar sus listas electorales. No es que mecánica e inexorablemente la estructura de un partido imponga una manera de hacer la lista. Por el contrario, tan exaltante, si bien sin duda a veces dolorosa, tarea permite algún margen a sus autores. Se trata, pues, haciendo de necesidad virtud, de mejorar algo o bastante las formaciones como consecuencia de elección racional y transparente de quienes las representan en la contienda electoral.

Una buena elaboración de una candidatura debe inspirarse en criterios razonables:

a)En primer lugar, aumentar las posibilidades de ganar.

b)Luego, prestigiar a la organización, gane o no, en la sociedad y disminuir la distancia entre ambas.

c)Corregir o disminuir las derivas que la estructura organizativa fomenta.

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d)Ejercer el poder de la dirección de manera que no le convierta en prisionero de quienes en la coyuntura determinada están en situación de presionar, imponer, configurar, excluir a los que no están próximos a ellos, equivocándose, pues, de antagonistas.

e)En los casos en que la estructura originaria ya no tiene vigencia, favorecer su modernización, su puesta al día: al fin y al cabo, toda selección es una clarificación.

f)Por último, la dirección puede aprovechar el proceso de selección para afianzar su autoridad, para consolidarse o para lograr un equilibrio o perdido o amenazado.

Veamos cómo estos criterios enmarcarían el proceso de selección en la organización política que me es más próxima: el Partido Socialista.

En cuanto a la necesidad de favorecer mediante una selección acertada de candidatos la victoria en las elecciones generales, lo primero que hay que decir es que esta victoria es posible.

El tiempo de las mayorías absolutas de una sola formación parece pasado. Pero hay indicios de que el cuerpo electoral puede decidir una victoria socialista o un resultado que permita gobernar. En primer lugar, todo parece indicar que el máximo de la lectura neoliberal, del pensamiento único, de la primacía exclusivamente de la moral privada, de la descalificación del Estado y aun de la política, de la hegemonía sin contrapesos de una sola potencia capitalista, de la difuminación de los valores sociales, es cosa de un pasado próximo, pero, al fin, pasado. Un internacionalismo de nuevo cuño se define -ONG, la exigencia de la aplicación extraterritorial de las normas que garantizan la sanción a las violaciones de los derechos humanos; la alarma por la dinámica sin contrapesos de la acción rectora de una sola potencia y una única alianza; una visión de los equilibrios ecológicos se extiende, así como la irritación frente a los residuos de estructuras estamentales, se convoca en una vigilancia creciente ante la utilización de procesos de dominación y cuasi monopolio por los árbitros de la tierra; el debate sobre las consecuencias de la globalización aparece; la vitalidad del sentimiento religioso y de difuminación de las dominaciones institucionales en la religión indican que el ciclo del pensamiento y práctica únicos está terminando en el mundo y, como es lógico, entre nosotros-. El problema de la izquierda es que va a ser reclamada, pero aún no tiene afinada la voz con la que contestar a la convocatoria.

Indicios de que entre nosotros el ciclo va a cambiar los muestran los resultados de las elecciones municipales y autonómicas del 13 de junio, la expectación de un cambio en Cataluña, la misma pérdida de confianza de nuestros antagonistas.

Si se puede ganar y si el resultado va a decidirse por un porcentaje limitado, la consecuencia para la elaboración de las listas es que éstas no pueden quedar definidas por la utilización de criterios mecánicos y exclusivamente vistos desde una óptica intrapartido, cuotas de poder, paridades; también que siendo la etiqueta, las siglas, decisivas, la trayectoria, discurso y capacidad de proyectarse de los participantes cuentan. Yendo a lo concreto, caso por caso, cual sea el resultado en varias circunscripciones, Madrid, Valencia, Canarias, y en provincias otrora graneros de votos, pero no tan florecientes últimamente, puede decidir.

Las inercias organizativas o las historias personales o los episodios cabileños en los grupos no pueden prevalecer sobre la posibilidad de aumentar el resultado.

Las imágenes de vendettas en el seno del partido, de arreglo de cuentas, de imposición de la supuesta línea de la dirección, de las vueltas atrás -al tiempo anterior a las primarias, por ejemplo-, son ventajas añadidas al antagonista.

Pero, aparte de -y éste es, sin duda, el primer objetivo inmediato- hacer una lista para ganar, su elaboración permite acercarse a la sociedad. Se trata de prestigiar al partido para una labor de gobierno, o de oposición, y sobre todo como instrumento de pedagogía política. Esto, a veces, se resuelve con la colocación en la lista de independientes o de personalidades que supuestamente tienen contacto natural con ciertos colectivos o corrientes sociales. En otras ocasiones, estas soluciones fueron motivadas por la voluntad de señalar un giro en la conducta que se nos atribuía -así los jueces en medio del río desbocado de las campañas contra la corrupción- o como complemento y corrección respecto a ciertos estilos, así los notables y los profesionalmente prestigiados, frente al supuesto obrerismo anacrónico; o representantes de lo que en otra época -en la del absolutismo del Estado nación- fue la llamada nobleza de toga. (La nobleza de toga jugaba un papel de apoyo al príncipe o al valido en el siglo XVII, semejante al de los tecnócratas en el nuestro).

La personalidad introducida en las candidaturas no debe serlo por efectos ópticos, sino por su valor y como consecuencia de una ampliación natural de la plataforma a áreas que siempre estuvieron en la cultura socialista, pero a veces no con la vitalidad y claridad con la que lo están en el momento actual.

No se trata de demostrar una competencia administrativa mínima, tras catorce años de gobernación técnicamente correcta y en ocasiones de innovación política, sino de ofrecer una alternativa en programa y en personas.

Estas ampliaciones o incorporaciones individuales se amplían en esta ocasión por la participación en las candidaturas de representantes de otras formaciones progresistas. En las elecciones municipales de junio pasado -en Madrid, por ejemplo-, ésta se produjo sin dificultades y con buenos o muy buenos resultados. Ahora bien, hay que evitar la contradicción de que, siendo la vocación actual de los socialistas ampliar la colaboración electoral y parlamentaria a grupos de izquierda, sectores del propio partido, del PSOE, puedan aparecer como postergados o marginados, En otro de los puntos volveremos a hablar de ello, pero que en la lista de Madrid la persona que encabeza la única tendencia organizada admitida y la Izquierda Socialista aparezca como marcada para el sacrificio haría pensar a los maliciosos, y a muchos que no lo son tanto, que se utilizan diversas varas de medir, y lo mismo si ocurriese con quienes apoyaron en las primarias -nacionales y alcaldía de ciudad, o región- a quienes se enfrentaron a los que estaban apoyados por la dirección.

Cuando se repite que los partidos tienen que ser porosos con la sociedad es necesario que las direcciones sean porosas con todos los estratos y tendencias existentes dentro del partido y en su entorno social.

La selección no se debe llevar a cabo pensando únicamente -lo cual también es necesario- en la eficacia dentro de un futuro grupo parlamentario, o en gobierno o en oposición, sino en si los componentes tienen la capacidad y la vocación para entrar en contacto con gentes de la cultura política general.

La elaboración de las listas no elimina, naturalmente, las derivas que una organización partidista favorece. En especial la oligarquización, parece que inherente a los partidos, la endogamia, favorecida por el poder de las direcciones, el clientelismo. Pero, a todos los niveles, quienes colaboran en su redacción y los que deciden en últimas instancias están obligados al esfuerzo de resistir estas inercias que aíslan a las estructuras de la militancia, y mucho más de la ciudadanía. Es una ocasión de abrir ventanas, de convocar a los afiliados a la participación.

El PSOE se enfrentó, hacia 1992, con la necesidad de encararse con el hecho de que su estructura, que tan bien había resistido las pruebas de la transición y la de gobernar en mayoría durante 10 años, necesitaba convocar a un nuevo bloque que despejase el camino del progreso. Fue un ministro intelectual, Jorge Semprún, el que hacia 1992 señaló la necesidad de una reflexión que condujera a retoques en funciones. En la disolución para la elección de 1993 jugó un papel importante la conciencia de obtener una nueva confirmación de un liderazgo en buena dosis carismático. Incluso antes de la disolución se llegó a hablar de preparar una mayoría presidencial.

Pero se mantuvo la oferta clásica: plataforma de un partido y eventual designación de un líder como presidente, con el complemento, más mediático que otra cosa, de independientes. Paralelamente, desde entonces hasta 1998 se mantiene la estructura con el importante añadido de la regularización del poder, y la integración de las funciones de los líderes de las federaciones en un consejo territorial, arbotante de la ejecutiva federal y punto de referencia para identificar la localización del poder.

La estructura era aceptada, pero la progresiva demanda de participación por los militantes, de vitalización de los órganos, conduce a que en el 34º Congreso se decrete el sistema de primarias y que el secretario general las amplíe al mismo procedimiento de designación del candidato a la presidencia del Gobierno. La facilidad y naturalidad con que se desarrolló la primaria de abril de 1998, y luego otras como la de Madrid en junio del mismo año, y la posibilidad de una nueva situación factible y, a ojos de muchos, conveniente de un secretario general y un candidato a las elecciones generales, indican, como suele ocurrir cuando estos cambios son fluidos, que la cultura política de la organización había cambiado antes de que se ensayasen las primarias. El cambio de estructura no era debido al hecho de las primarias, sino que las primarias eran factibles porque la cultura había cambiado, llevaba años produciéndose el cambio en la base.

En el actual momento de elaboración de las listas, lo más negativo sería, y muy negativo, porque lo demás es corregible, que el resultado de la operación pudiera ser interpretado como un arreglo de cuentas por parte de quienes no ganaron -o perdieron-las primarias frente a los que resultaron elegidos. En un clima de ataque de los valores morales de la cosa pública, que tanto ha perjudicado a los socialistas, esta imagen valdría más a la derecha que toda la propaganda tradicional y en los medios que pudiere realizar.

Es una ocasión para completar el cambio refrescante que las primarias iniciaron, no para archivar lo que produjo confianza y entusiasmo. No se puede, sin grave riesgo, sangrar indefinidamente el entusiasmo. Por el contrario, es conveniente alentarlo y encauzarlo.

Otra inercia tradicional en todos los partidos es la de encerrarse entre los fieles, cerrar las escotillas y navegar sin mirar demasiado por la borda. Por una vez, la convocatoria a otros que participan en lo esencial, en el caso concreto a los progresistas, parece indicar no ya una mayor generosidad, sino mayor sentido de la realidad. Ahora bien, la credibilidad del empeño quedaría empañada si los miembros del partido que han desarrollado su militancia en una corriente organizada, explícita y autorizada, los compañeros de Izquierda Socialista, apareciesen penalizados en las listas.

Qué credibilidad goza la necesaria apertura extramuros, cuando se erigen éstos en el interior para que no salgan de recintos estrechos quienes han ejercido una militancia ejemplar y una representación federalmente brillante. La alarma en la opinión ante la colocación en la lista de Madrid del portavoz y cabeza de corriente, García Santesmases, responde no a una malicia exagerada, sino a la reacción normal de mirar a cómo serán tratados los otros cuando así se actúa con los propios. Si los actos decisivos, y la elaboración de las listas es uno de ellos, en este periodo pudiese producir la impresión de que la cultura de las primarias no fue tal, sino una concesión a que obligaron las circunstancias, y que habiendo renunciado quien en ellas triunfó, todo fue un episodio sin profundas raíces, habríamos puesto obstáculos, una vez más, a canalizar el entusiasmo hacia un proyecto de progreso social, que no deja de estar bastante extendido en nuestra sociedad.

Los errores iniciales en las primeras etapas de la confección son corregibles. La sociedad juzgará no por que existan inercias y obstáculos en los partidos, sino en virtud de la voluntad y capacidad para superarlas.

Fernando Morán es miembro del Comité Federal del PSOE.

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