Tribuna:SECCIÓN DÍA A DÍA

De Roma a Carrícola

Hoy es la fiesta de los Cuatro Coronados (pels Coronats, creixen els naps), Santi Quattro Coronati, de la cosecha martirial de Diocleciano del siglo III. A pesar del cardinal, no se sabe si son cuatro o cinco o nueve. Hay cinco llamados Claudio, Castorio, Nicóstrato, Simplicio y Sinforiano y cuatro identificados como Carpóforo, Severo, Severiano y Victorino. Uno de los dos conjuntos se dedicaban a la escultura. Se les encargó tallar unas divinidades gentilicias. Mostrando poca profesionalidad, se negaron.Entre nosotros, son medianeros de los gremios de labradores del cincel, de albañiles, estu...

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Hoy es la fiesta de los Cuatro Coronados (pels Coronats, creixen els naps), Santi Quattro Coronati, de la cosecha martirial de Diocleciano del siglo III. A pesar del cardinal, no se sabe si son cuatro o cinco o nueve. Hay cinco llamados Claudio, Castorio, Nicóstrato, Simplicio y Sinforiano y cuatro identificados como Carpóforo, Severo, Severiano y Victorino. Uno de los dos conjuntos se dedicaban a la escultura. Se les encargó tallar unas divinidades gentilicias. Mostrando poca profesionalidad, se negaron.Entre nosotros, son medianeros de los gremios de labradores del cincel, de albañiles, estucadores y doradores, una devoción importada de Roma, donde hoy los escultores y profesionales de la piedra, en especial, los oficios del mármol y del mosaico les festejan en su santuario de la colina del Caelius, el monasterio-fortaleza que estuvo 60 años en manos de los Borja. Fue 11 años sede de Alfons de Borja. Elegido papa como Calixto III, le traspasó a su sobrino Lluís Joan del Milà, de 24 años, el capelo y la titularidad de los Santi Quattro Coronati, que ostentó 48 años.

No le llenaba al obispo de Lleida, el cardenal del Milà Borja, aquel castillo nada confortable situado en una zona, deshabitada, cubierta de pastos y viñas y en una Roma que era residuos de ciudad. Destinado a una éxitosa carrera, rehusó las obras y pompas eclesiásticas y se dedicó a comprar terrenos, a crear el marquesado de Albaida y a bien casar a los hijos habidos con la amante Angelina Ram. Según recoge Llorente, "estando en Roma, un criado que tenía, hijo de Carrícola, le ponderaba la virtud de sus aguas para los padecimientos que le aquejaban. Vino a probarlas, y tan bien le sentaron que no quiso volver". Al papa, que lo reclamaba, le escribió: "Bonum est nos his esse, in Carricola nostra cum Catalina Parra".

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