La única escudería con cientos de hinchas detrás

Ninguna escudería de fórmula1 puede presumir de tener un párroco que echa las campanas de su iglesia al vuelo cuando gana una carrera, como lo hace el titular de la parroquia de Maranello. Tampoco queda un equipo en la fórmula 1 que pueda remitirse a la década de los cincuenta y presentar una nómina de obreros cualificados como Fangio, Nuvolari, los hermanos Rodríguez, Lauda, Prost, Mansell o Schumacher. Por más que lo intenten ahora las multinacionales que los patrocinan, ningún equipo tiene tantos y tan fieles seguidores, dispuestos a recorrer el globo provistos de banderas rojas con el cava...

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Ninguna escudería de fórmula1 puede presumir de tener un párroco que echa las campanas de su iglesia al vuelo cuando gana una carrera, como lo hace el titular de la parroquia de Maranello. Tampoco queda un equipo en la fórmula 1 que pueda remitirse a la década de los cincuenta y presentar una nómina de obreros cualificados como Fangio, Nuvolari, los hermanos Rodríguez, Lauda, Prost, Mansell o Schumacher. Por más que lo intenten ahora las multinacionales que los patrocinan, ningún equipo tiene tantos y tan fieles seguidores, dispuestos a recorrer el globo provistos de banderas rojas con el cavallino rampante, la mítica insignia que recibió Enzo Ferrari de manos de la madre de un aviador muerto en combate.

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Tampoco hay ninguna escudería que se haya mantenido entre los primeros puestos, siempre con capacidad de ganar, a lo largo de la historia del Campeonato del Mundo que pronto cumplirá medio siglo. Pero igualmente ninguno de los actuales grandes de la especialidad -léase McLaren o Williams- lleva 20 años sin ganar el campeonato.

Durante las últimas dos décadas, el tiempo transcurrido desde que Jody Scheckter ganó el último título para la firma italiana, ya por entonces propiedad de Fiat -como casi todo en Italia-, los ingenieros de Maranello lo han intentado todo y han fichado a los mejores pilotos, con la única excepción de Ayrton Senna. Incluso han llegado a fabricar su chasis en Gran Bretaña o han contratado a ingenieros de prestigio de no importa dónde. Y siempre se han quedado con la miel en la boca, a menudo por los pelos.

La última apuesta fue hacerse con el mejor piloto del mundo, el alemán Michael Schumacher, que acababa de ganar dos campeonatos consecutivos a bordo de un bólido no precisamente extraordinario. Con ésta son ya tres las temporadas que ha consumido en su vano intento de romper el maleficio.

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