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Como en otros muchos lugares españoles en época estival, la capital abulense volvió a la Edad Media en unas jornadas en las que se recrean los ambientes medievales y los vendedores ofrecen sus productos, los titiriteros danzan y hacen malabarismos, las vendedoras de remedios son llevadas al verdugo... Entre todo esto, una boda se abre paso por las calles medievales de la ciudad con las autoridades al frente y música de gaita, violín y tamboril. Y entre las autoridades, el alcalde de Avila y senador del PP Agustín Díaz de Mera, iba en su papel, el de corregidor de la ciudad, acompañado de la re...

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Como en otros muchos lugares españoles en época estival, la capital abulense volvió a la Edad Media en unas jornadas en las que se recrean los ambientes medievales y los vendedores ofrecen sus productos, los titiriteros danzan y hacen malabarismos, las vendedoras de remedios son llevadas al verdugo... Entre todo esto, una boda se abre paso por las calles medievales de la ciudad con las autoridades al frente y música de gaita, violín y tamboril. Y entre las autoridades, el alcalde de Avila y senador del PP Agustín Díaz de Mera, iba en su papel, el de corregidor de la ciudad, acompañado de la representación eclesiástica, un cardenal, que en realidad era el portavoz de Izquierda Unida, José María González, que incluso vio cómo dos religiosas, sin duda ajenas a las jornadas medievales, se santiguaron al verle. Y entre otros ediles, todos ellos vestidos de caballeros y da-mas, ni más ni menos que Robin Hood, que en realidad era el portavoz socialista, Tomás Blanco, porque -recordó- "robaba a los ricos para dárselo a los pobres", y Serafín de Tapia, vestido de sultán, que, además de concejal es historiador experto en la comunidad morisca que vivió en Avila.-

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