Tribuna:

Elogio del electoralismo

Nunca he entendido muy bien por qué los partidos políticos se acusan recíprocamente de "electoralismo". Un partido es una asociación que se singulariza porque solicita el apoyo electoral de los ciudadanos, a fin de poder hacer realidad un plan de gobierno. Buscar el apoyo electoral no es un derecho, sino una obligación para todo partido político. Es su razón de ser. En la búsqueda de ese apoyo electoral todo partido no puede perder de vista que todos los ciudadanos en cuanto votantes somos exactamente iguales. Cada uno es una fracción anónima de un cuerpo electoral único que pronuncia la volu...

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Nunca he entendido muy bien por qué los partidos políticos se acusan recíprocamente de "electoralismo". Un partido es una asociación que se singulariza porque solicita el apoyo electoral de los ciudadanos, a fin de poder hacer realidad un plan de gobierno. Buscar el apoyo electoral no es un derecho, sino una obligación para todo partido político. Es su razón de ser. En la búsqueda de ese apoyo electoral todo partido no puede perder de vista que todos los ciudadanos en cuanto votantes somos exactamente iguales. Cada uno es una fracción anónima de un cuerpo electoral único que pronuncia la voluntad general. D. Emilio Botín vale exactamente igual que cualquier otro ciudadano. Es el único momento de nuestra vida en el que somos iguales. El voto en un proceso electoral democrático es el instrumento más igualitario que ha existido en la historia de la convivencia humana. No es el único, pero sí es , con mucha diferencia, el instrumento más importante del que disponen los ciudadanos que no tienen posibilidad de influir de manera individual en la toma de decisiones políticas, para ser escuchados y para que su opinión cuente. Las "eléctricas" no necesitan del sufragio para que se les dé más de un billón de pesetas. Y los bancos tampoco para que sus problemas de mala gestión se acaben convirtiendo en problemas de todos. Y así sucesivamente. Pero la inmensa mayoría de los ciudadanos no disponen para influir en los asuntos públicos nada más que de su derecho de sufragio. Cuentan en la medida en que votan. Sin el ejercicio de ese derecho su influencia sería nula. Menos mal que es así. Sin ese derecho, la inmensa mayoría de los ciudadanos no serían escuchados y sus problemas quedarían siempre pospuestos ante otros que siempre se considerarían más urgentes. El Gobierno considera ahora que no puede dictar un Decreto-ley para subir las pensiones. Pero no tuvo ningún reparo en dictar en el mes de junio de 1996, es decir, un mes después de la investidura de José María Aznar, un Decreto-ley modificando sustancialmente la tributación de las rentas de capital. Beneficiar de manera significativa las rentas de capital, no era electoralismo. Beneficiar de manera modesta la renta de los pensionistas, sí lo es. Sin electoralismo no habríamos tenido educación obligatoria y gratuita, ni universalización de las prestaciones sanitarias, ni muchísimas cosas más. El electoralismo es el elemento de progreso mayor que existe. Y es el único que puede jugar a favor de quienes no disponen de otro recurso para influir en la toma de decisiones. No se puede caer en la trampa del electoralismo. Quienes tienen poder consiguen influir en la toma de decisiones todos los días. Quienes no tienen más poder que el del voto, sólo pueden influir en los procesos electorales. Y no deben de tener el más mínimo escrúpulo en hacerlo. Ya está bien de hipocresía.JAVIER PÉREZ ROYO

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