Tribuna:

Ciscar va bien

MANUEL TALENS La mise en abîme es una figura retórica tomada de la heráldica, donde designa un dibujo en el centro del escudo de armas que reproduce, en menor escala, los contornos exactos de ese mismo escudo. Todas las artes tienen su mise en abîme. En literatura es ya clásico citar la escena del Hamlet en la que se representa el asesinato del rey: teatro dentro del teatro. En pintura no es menos famoso el cuadro de La familia Arnolfini de Van Eyck, donde un espejo refleja en miniatura a todos los personajes. Las muñecas rusas, unas dentro de otras de manera decreciente, son un ejemplo más....

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MANUEL TALENS La mise en abîme es una figura retórica tomada de la heráldica, donde designa un dibujo en el centro del escudo de armas que reproduce, en menor escala, los contornos exactos de ese mismo escudo. Todas las artes tienen su mise en abîme. En literatura es ya clásico citar la escena del Hamlet en la que se representa el asesinato del rey: teatro dentro del teatro. En pintura no es menos famoso el cuadro de La familia Arnolfini de Van Eyck, donde un espejo refleja en miniatura a todos los personajes. Las muñecas rusas, unas dentro de otras de manera decreciente, son un ejemplo más. Por último, el diseño publicitario nos proporciona en las cajas redondas del queso La vaca que ríe una sonrisa bovina que disminuye hasta el infinito. La política, que es una de las artes con más carga de ficción, acaba asimismo de dar muestras de una nueva mise en abîme: al ya legendario "España va bien" de José María Aznar le acaba de salir un hijito que encaja perfectamente en su interior. Resulta que los siervos de la gleba del PSPV andan a la greña con la casta baronil, y varias comarcas del País Valenciano están provocando un motín como el del Caine. La guerra, vista desde fuera, consiste en un fuego cruzado de listas alternativas y apertura de expedientes contra los herejes, amén de amenazas, digodiegos, descalificaciones y llamadas anónimas, que le dan al asunto un aire carroñero. En juego están los nombramientos a diputados provinciales tras las recientes elecciones, y el conflicto, que aún colea, podría terminar a bofetadas o a congresazos (que tanto monta). Pero fue el ínclito Ciprià Ciscar, secretario de organización del PSOE por la gracia de Dios, el encargado de proclamar -urbi et orbi- la buena nueva a la chusma de aquí abajo con su meliflua voz sacerdotal: "El PSPV va bien". ¡Estupendo! Quizás a dicho alegato se le pueda aplicar en un futuro aquella célebre boutade hospitalaria: "La operación fue un éxito rotundo, pero el paciente falleció", pues digan lo que digan, el socialismo valenciano -y el estatal- seguirán agonizantes mientras continúen en manos de rasputines aguerridos como Ciprià Ciscar, de profesión sus intrigas. Yo me temo que por el momento las cosas no cambiarán, ya que estos aristocráticos barones son como el Papa, vitalicios, y prefieren seguir alimentándose ad vitam aeternam de la dulce placenta del PSOE (en el arcádico útero de Ferraz) que nacer al mundo real y esfumarse del mapa político, porque eso significaría tener que pelear por las lentejas como cualquier vecino, y a los de su calaña no les gusta currelar. La izquierda ciudadana deberá, pues, seguir apechugando con el trago vomitivo de su presencia. Quisiera, por lo tanto, añadir un tercer peldaño -verdadero- a los dos falsos que contiene la mise en abîme del "España va bien" y del "PSPV va bien": "Ciscar va bien". Somos nosotros, pobres insensatos del pueblo raso que le dimos un voto útil a esa jauría de arribistas, quienes vamos mal. Y encima en Valencia hace un calor del copón (lo cual no ayuda) y he soñado que el arzobispo me casaba con Rita en la catedral. ¿Será esto el Apocalipsis? Tierra, trágame.

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