Tribuna:

Dilema

ADOLF BELTRAN Las emociones jerarquizan, combinan, deforman las imágenes en la memoria según un complejo juego de intensidades. La campaña electoral de este junio de 1999, por ejemplo, ha quedado fijada como el ruido de fondo de una escena: los soldados británicos dando sus primeros pasos en el territorio de Kosovo, las tropas de la Alianza Atlántica penetrando hacia el interior del terror con la misión de poner fin a la última pesadilla balcánica. Se hablaba de Europa en la campaña y se votó poco a Europa en las elecciones. Hay un déficit democrático en la estructura de la UE y eso se nota c...

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ADOLF BELTRAN Las emociones jerarquizan, combinan, deforman las imágenes en la memoria según un complejo juego de intensidades. La campaña electoral de este junio de 1999, por ejemplo, ha quedado fijada como el ruido de fondo de una escena: los soldados británicos dando sus primeros pasos en el territorio de Kosovo, las tropas de la Alianza Atlántica penetrando hacia el interior del terror con la misión de poner fin a la última pesadilla balcánica. Se hablaba de Europa en la campaña y se votó poco a Europa en las elecciones. Hay un déficit democrático en la estructura de la UE y eso se nota cuando los ciudadanos han de escoger a sus representantes en el Parlamento de Estrasburgo. Y sin embargo, no puede disiparse la sensación de que cada paso de un soldado aliado en Kosovo, cada marcha atrás de un tanque serbio, tenía algo muy importante que ver con la construcción de Europa. Que algunos intelectuales nostálgicos del mundo bipolar pusieran pegas o lanzaran anatemas durante las largas y penosas semanas de bombardeos previos, no dejaba de formar parte del fenómeno. Hay un bloqueo insidioso en la capacidad de razonar, un malestar que se niega a sentir los cambios en esa izquierda que Julio Anguita ha representado con terrible eficacia. Ese ha sido su fracaso y ese será su fin. La otra izquierda, la socialdemócrata, hablaba de Europa desde una compulsiva, insistente, defensa de la integridad de España, con una preocupación que, después de las elecciones, se ha excitado cuando los socialistas gallegos han pactado con los nacionalistas del Bloque. Rodríguez Ibarra y Bono, los dos hombres fuertes del PSOE, han salido en defensa de su recio socialismo integrista, aparentemente coincidente con el que apoyan Felipe González y la dirección del partido, mientras el PSC, discretamente, avanza hacia el gran pulso Maragall-Pujol. ¿Integridad o diversidad? También hay miedo al futuro tras ese dilema, que esconde el debate del socialismo de aquí: moderno, europeo, federal y plural o populista, uniformado, disciplinado y, sobre todo, español. El PSPV ha quedado, una vez más, enfangado en la crisis, en la tierra de nadie, sin opción.

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