Tribuna:

La tozudez de los datos y un cadáver en la cuneta JOSEP TORRENT

Los datos, por más que se retuerzan, se manipulen y se interpreten sesgada e interesadamente, son tozudos. El hecho cierto es que mientras en España los socialistas han sido capaces de recortar la distancia que les separaba del PP, en la Comunidad Valenciana la brecha entre ambos partidos se ha agigantado hasta extremos nunca conocidos. Valgan unas cifras para confirmar este aserto: en las autonómicas de 1995, cuando la marea antisocialista estaba en su punto más álgido, Zaplana logró una ventaja de 9 puntos sobre Joan Lerma. Ahora, con un panorama mucho más bonancible para el partido en la op...

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Los datos, por más que se retuerzan, se manipulen y se interpreten sesgada e interesadamente, son tozudos. El hecho cierto es que mientras en España los socialistas han sido capaces de recortar la distancia que les separaba del PP, en la Comunidad Valenciana la brecha entre ambos partidos se ha agigantado hasta extremos nunca conocidos. Valgan unas cifras para confirmar este aserto: en las autonómicas de 1995, cuando la marea antisocialista estaba en su punto más álgido, Zaplana logró una ventaja de 9 puntos sobre Joan Lerma. Ahora, con un panorama mucho más bonancible para el partido en la oposición, el PP se ha distanciado 14 puntos respecto del PSPV. Tamaña diferencia, sin embargo, se pretende maquillar con el hecho, no menos cierto, de que los socialistas han obtenido en las Cortes Valencianas tres escaños más que hace cuatro años, ocultando que este avance (?) no es otra cosa que una mera consecuencia de la aritmética electoral derivada del hundimiento de Esquerra Unida y de la desaparición del parlamento de Unión Valenciana. El paisaje tampoco es mucho más agradable para los socialistas en las capitales de provincia, Castellón al margen, donde el PP sufre un ligerísimo retroceso similar a la recuperación del PSPV. Ana Noguera, José Luis Ábalos y demás compañeros mártires pueden interrogar las cifras tan hábilmente como deseen hasta hacerlas cantar, pero el hecho es que la candidata no ha recortado una décima la ventaja que Rita Barberá obtuvo sobre Aurelio Martínez en 1995. Y sin Valencia no hay Generalitat que valga. Y de Alicante, tres cuartas de lo mismo. Si el PP, a pesar de Díaz Alperi, aumenta su diferencia, todo el mérito es de los socialistas. El peligro que corre el PSPV es creerse sus propios cuentos, instalándose en la irrealidad de la dulce derrota para alcanzar el desastre final. Los números, insisto, son muy tozudos, y no es una casualidad que en las europeas el PSOE obtenga cerca de 40.000 votos más que en las municipales. Las broncas internas se pagan. Es más que probable que Antoni Asunción mejore como líder de la oposición la imagen que ha ofrecido durante esta campaña, pero está por ver que sus compañeros le dejen. Si como muestra vale un botón, vaya éste: algún miembro de la gestora socialista (llena de triunfadores por cierto, Ángel Franco y Mira-Perceval, en Alicante; Francisco Ruiz, en Alboraya...) ha dedicado lo mejor de sí mismo y de su tiempo, ¡en plena campaña electoral!, a realizar una limpieza étnica del censo de militantes. Muy constructivo lo suyo, sí señor. Los socialistas, pasada la tregua electoral, siguen con sus luchas tribales; pero esto ya no es ni noticia. La jornada electoral dejó, además, un cadáver en la cuneta de la política: Unión Valenciana. Es verdad que el PP utilizó todas las marrullerías y malas artes conocidas y por conocer (compra de voluntades, adquisición de tránsfugas a precios de saldo, presiones sin fin y una larga lista de trapacerías) para aniquilar a un partido que podía complicarle en algo la mayoría absoluta. Pero no es menos cierto que los unionistas alcanzaron las más altas cumbres del despropósito político. Fueron gobierno y oposición, oposición de la oposición y acabaron por ofrecerle a su electorado, que se confiesa de centro, pero siente una inmensa corriente de simpatía hacia el PP, un pacto con la izquierda para sacar a Zaplana de la Generalitat. Semejante empanada estratégica ha hecho que sus votantes corrieran despavoridos detrás de las gaviotas populares no fueran a acabar ellos tan esquizofrénicos como los líderes del partido en el que confiaban. El futuro de UV se presenta muy oscuro. En medio del desastre, difícilmente nadie puede levantar un dedo referencial; pero es que además los unionistas se parecen más a un sindicato de intereses que a un partido tradicional. Y en la actualidad el interés más interesante lo marca el PP. El Bloc Nacionalista, como ahora Unión Valenciana, ha vuelto a tropezar con la barrera electoral del 5%, a pesar de las ayudas sobrevenidas con que ha contado. Ello no es obstáculo para compartir las críticas de Pere Mayor hacia un método que fumiga las minorías y pone más que en entredicho el sistema democrático en la Comunidad Valenciana. Es un contrasentido que, con estos resultados, el BNV pudiera ostentar un escaño en el Congreso de los Diputados en Madrid y no obtenga ninguna representación en las Cortes autonómicas. El PSPV, imagino, habrá tomado buena nota de que lo que fue bueno para ellos cuando disponían de mayorías es pésimo cuando se está en la oposición. Pero igual aún no se han enterado. La victoria del PP, por cantada, merece el apunte que representa el éxito personal para Zaplana y para su futura proyección en la política nacional. Es el único barón territorial que mejora su posición respecto del 95. Y del hundimiento de Esquerra Unida, señalar que también estaba cantado desde hacía mucho tiempo. Tal vez demasiado.

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