Tribuna:

El secreto del cambio XAVIER BRU DE SALA

Hasta el sábado había tres partidos decisivos en Cataluña. Hoy hay cuatro. Sin menospreciar para nada a IC (pero todo el mundo sabe cuál es su política de alianzas), parece claro que sin ERC no hay cambio y, viceversa, con ERC el cambio es bastante más probable. Para empezar, Maragall ya puede ir quitándose de la cabeza el sueño de orillar a los de Carod incorporando a Pilar Rahola. Ahora, el primer interlocutor de los socialistas catalanes es esa ERC en proceso de búsqueda de identidad en la izquierda (de la otra anda sobrada). Esa ERC que ha levantado doble cabeza contra todo pronóstico, que...

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Hasta el sábado había tres partidos decisivos en Cataluña. Hoy hay cuatro. Sin menospreciar para nada a IC (pero todo el mundo sabe cuál es su política de alianzas), parece claro que sin ERC no hay cambio y, viceversa, con ERC el cambio es bastante más probable. Para empezar, Maragall ya puede ir quitándose de la cabeza el sueño de orillar a los de Carod incorporando a Pilar Rahola. Ahora, el primer interlocutor de los socialistas catalanes es esa ERC en proceso de búsqueda de identidad en la izquierda (de la otra anda sobrada). Esa ERC que ha levantado doble cabeza contra todo pronóstico, que estaba y está fuera del club, pero sin la cual el club sigue teniendo muchas oportunidades de quedarse sin probar las mieles de la alternancia en la Generalitat. ¿Qué le ha ido mejor a Carod hasta ahora, la moderación o la equidistancia? Pongamos que por un igual, poco importa. La respuesta de futuro se encuentra en la opción entre frentismo (CiU más ERC) o garantía del cambio (PSC más ERC como eje principal de una nueva etapa). Buena parte de los electores de CiU que ahora han preferido a ERC pueden estar más o menos a gusto en la indecisión. Muchos otros están en cambio convencidos de que mientras dure Pujol, le apoye quien le apoye, la autonomía catalana seguirá bloqueada. Sólo mirando al pasado puede evitar ERC constituirse en garantía nacionalista del cambio. Sólo si se obcecan en su propio pasado, pueden Maragall, Serra y el flamante Clos obviar a ERC como interlocutor y socio principal. Esta nueva entesa es difícil, claro, tanto por lo diametralmente opuesto de las procedencias como por la escasa química entre Maragall y Carod. Sin embargo, las tendencias de las urnas van por donde van y el deber de los políticos es aprovecharlas en beneficio de su opción y de la sociedad a la que sirven. Objetivamente, están obligados a entenderse, a legitimarse, a crear una nueva cultura de relaciones mutuas.

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