Tribuna:

Maldita suerte

DE PASADALa diosa Fortuna olvidó el domingo en Córdoba su condición de dispensadora de alegrías y placeres y se acogió a su papel de patrona del acaso y lo imprevisto. Ninguno de los partidos políticos estaba contento. Maldita sea la suerte. Los ganadores estaban perdidos, y los perdedores no sabían cómo justificar su victoria. Al final, lágrimas y lamentos en cada una de las sedes de los grupos políticos. Una vez terminado el escrutinio, el cuartel del PP se llenó de simpatizantes y afines. Fiesta y jolgorio entre los militantes, ajenos al significado verdadero de los resultados. Otra cosa e...

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DE PASADALa diosa Fortuna olvidó el domingo en Córdoba su condición de dispensadora de alegrías y placeres y se acogió a su papel de patrona del acaso y lo imprevisto. Ninguno de los partidos políticos estaba contento. Maldita sea la suerte. Los ganadores estaban perdidos, y los perdedores no sabían cómo justificar su victoria. Al final, lágrimas y lamentos en cada una de las sedes de los grupos políticos. Una vez terminado el escrutinio, el cuartel del PP se llenó de simpatizantes y afines. Fiesta y jolgorio entre los militantes, ajenos al significado verdadero de los resultados. Otra cosa era la cara de los dirigentes populares, conscientes del destino de las urnas. El hasta ahora alcalde, Rafael Merino, supo dar la talla y no sólo aguantó el tipo, sino que animó a sus compañeros. A él se unió el bálsamo que supuso la llegada desde Sevilla del ministro Manuel Pimentel. Quien desde luego lo tenía claro era Ángel Blanco, el número 15 en la lista del PP, el puesto de la discordia, el del triunfo, el de la mayoría absoluta. A las dos de la madrugada, Blanco aceptaba su destino: tiene la negra. Con ésta son dos las veces que se queda en puertas: en 1996 se acostó siendo diputado; el amanecer y un 2% de votos que faltaban por escrutar le devolvieron a la realidad: no tiene estrella política. En la sede de IU, más de lo mismo. Ausencia absoluta de líderes hasta bien entrada la noche y estupefacción conforme se iban conociendo los datos. Ocho puntos menos que en 1995 y la pérdida de 12.000 votos. Pese a ello, y para no desperdiciar la compra, el histórico Rafael García Contreras descorchó una botella de cava, ante la mirada atónita de los asistentes. Entre ellos, con mucha sorna, una voz preguntaba si el brindis iba por la alcaldía de Pedro Abad. Razones no faltaban: en esta localidad de 2.900 habitantes, IU consiguió el 44% de los votos. Hasta pasada la 1.00, y con los resultados ya más que seguros, Rosa Aguilar no dio la cara. En su intervención, pretendida alegría y falsas sonrisas. La izquierda había ganado por un 1% al PP. Córdoba es ciudad de progreso. Para terminar, no todos los miembros de la candidatura socialista compartían el análisis de su líder, José Mellado. Vale, hemos subido un concejal, pero tenemos el 19% de los votos y somos el tercer partido de Córdoba, se decían. Total, más llantos. ANTONIO FERNÁNDEZ

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