A tres bandas

Sevilla, cuya tradicional bipolaridad se rompe en el plano político, despide cuatro años marcados por la polémica urbanística

De la sociedad sevillana destaca, a vuela pluma, su bipolarización. Para la veneración religiosa elige entre la Macarena y la Esperanza de Triana. En lo deportivo se decanta por lo bético o lo sevillista. A la hora de solazarse suele pronunciarse entre la Semana Santa y la Feria de Abril. Cada elección suele ser inmutable. Y a veces lleva consigo una hostilidad hacia la opción rechazada, de difícil comprensión para los profanos, aquéllos que no han nacido en la margen derecha ni en la izquierda del Guadalquivir, que constituye la primera elección involuntaria: ser trianero o sevillano.Con los ...

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De la sociedad sevillana destaca, a vuela pluma, su bipolarización. Para la veneración religiosa elige entre la Macarena y la Esperanza de Triana. En lo deportivo se decanta por lo bético o lo sevillista. A la hora de solazarse suele pronunciarse entre la Semana Santa y la Feria de Abril. Cada elección suele ser inmutable. Y a veces lleva consigo una hostilidad hacia la opción rechazada, de difícil comprensión para los profanos, aquéllos que no han nacido en la margen derecha ni en la izquierda del Guadalquivir, que constituye la primera elección involuntaria: ser trianero o sevillano.Con los mimbres idóneos para abonarse al bipartidismo, los ciudadanos de Sevilla, contra pronóstico, rompieron en lo político su tradicional dicotomía para jugar a tres bandas. La corporación saliente muestra un gran equilibrio entre los socialistas, con diez concejales; los populares, con otros diez, y los andalucistas, con nueve.

Desde que el PSOE perdió su hegemonía en 1991, tal igualdad ha favorecido una alianza entre el PP y el Partido Andalucista, que hace cuatro años propició la elección de la primera alcaldesa sevillana de una formación conservadora. Soledad Becerril sustituyó a su socio, el andalucista Alejandro Rojas-Marcos. Ambos repitieron el pacto anterior, pero invirtiendo los papeles. Al menos, de derecho. De hecho, según la oposición, Rojas-Marcos ha manejado el poder mientras que Becerril se ciñó un corsé protocolario. Aunque la bicefalia política es casi motivo de orgullo para Rojas-Marcos: "En mi época de alcalde no pasaba".

Tampoco la izquierda ha sido ajena a los sinsabores. José Rodríguez de la Borbolla, ex presidente de la Junta de Andalucía y portavoz municipal, perdió las elecciones primarias socialistas frente al candidato del aparato y presidente de la Diputación, Alfredo Sánchez Monteseirín. El resultado dividió el grupo municipal. De la Borbolla dimitió como portavoz y sus afines fueron apartados. De hecho, sólo el 30% de los ediles actuales repiten en la candidatura.

El primer desgajo político del mandato, sin embargo, se formalizó en IU y culminó con el pase al Grupo Mixto de Ricardo Marqués, el edil de Los Verdes.

El doble crimen de ETA

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Pero el hecho que convulsionó el mapa político en este mandato fue, sin duda, el asesinato de Alberto Jiménez Becerril, concejal de Hacienda y mano derecha de la alcaldesa, y su esposa, Ascensión García Ortiz, por el comando Andalucía de ETA. El doble crimen hizo de la corporación una piña, pero sucesivos acontecimientos trágicos, sumados a la cercanía de la batalla electoral, avivaron las críticas del PSOE. Así, Sánchez Monteseirín llegó a acusar al PP de practicar "un culto político a la muerte".En estos cuatro años, la capital andaluza se ha sumergido en un paulatino retorno a la cotidianeidad después de la vorágine de la Exposición Universal de 1992, que transformó la fisonomía urbana exhaustivamente y un pelín a la sociedad, ya que Sevilla resulta más moderna en la forma que en el fondo.

A excepción del estadio de La Cartuja, inaugurado en mayo y financiado en parte por el Ayuntamiento, no hay proyectos faraónicos para exhibir, aunque el urbanismo ha centrado los grandes rifirrafes políticos. Las recalificaciones de suelo industrial, que han afectado a unas 33 hectáreas, han merecido grandes críticas de la oposición. La única justificación en muchos casos para el candidato de IU, Luis Pizarro, ha consistido "en que el propietario pegue el pelotazo de su vida".

Junto a las modificaciones puntuales del PGOU, cuya revisión constituirá una de las grandes tareas de la corporación elegida el 13-J, la gerencia de Urbanismo, en manos del PA, ha dado luz verde a macroproyectos urbanísticos cuestionables, para la oposición, a la vista del estancamiento demográfico y del parque de suelo residencial, con capacidad para 30.000 viviendas más. Hasta la alcaldesa admite que, con un Gobierno monocolor, habría ejecutado una política "distinta".

Otros sucesos que colocaron en la picota la gestión urbanística resultaron dramáticos. El derrumbe de dos muros provocaron la muerte de seis personas y abrieron un debate sobre las responsabilidades municipales en conservación y vigilancia. Estas críticas han repercutido en los programas electorales, que dedican especial atención a la recuperación del deteriorado casco histórico sevillano, uno de los más grandes de Europa e inmerso en un hondo éxodo, que ha significado la pérdida de 100.000 habitantes en 20 años.

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