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JAIME ESQUEMBRE Populares y socialistas se las han ingeniado, ignoro si con previo consenso, para hurtar a los electores uno de los pilares básicos de la democracia: el debate. Instalados en el ejercicio permanente de la hipocresía, unos y otros han decidido que sus alcaldables no celebrarán los esperados y celebrados cara a cara, que si bien no suelen resultar determinantes, al menos sirven para caldear el ambiente y extender el mensaje de que se celebran elecciones, que son importantes y que del resultado final depende hasta lo que nos costará el año que viene llenar la mochila de los niños...

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JAIME ESQUEMBRE Populares y socialistas se las han ingeniado, ignoro si con previo consenso, para hurtar a los electores uno de los pilares básicos de la democracia: el debate. Instalados en el ejercicio permanente de la hipocresía, unos y otros han decidido que sus alcaldables no celebrarán los esperados y celebrados cara a cara, que si bien no suelen resultar determinantes, al menos sirven para caldear el ambiente y extender el mensaje de que se celebran elecciones, que son importantes y que del resultado final depende hasta lo que nos costará el año que viene llenar la mochila de los niños. Concluyen los responsables de campaña que los debates son comprometidos y entrañan peligro, que hacen daño, aunque la falta de madurez política acabe por desvirtuarlos. Dependiendo del espíritu crítico y de la voluntad real de plantear ideas, los debates pueden acabar en un espectáculo ególatra, en el que los participantes se limiten a glosar sin rubor su capacidad de gestión, el programa y las actuaciones de su partido. También puede ocurrir que el candidato a la reelección domine la situación y, valiéndose de información privilegiada, apabulle al aspirante con una retahíla de datos incontrastables en directo, o que el aspirante supere en ingenio y recursos al primero y se despida como virtual nuevo gobernante, al que ha conseguido neutralizar. He ahí el peligro. PP y PSPV utilizan idénticos argumentos para rechazar los duelos dialécticos en los que se reclama su presencia: si ellos no aceptan allá donde gobiernan, no vamos a ser nosotros tan tontos de someternos a la prueba. Así tenemos que los socialistas se niegan a debatir en Elche, Gandia o Elda, y los populares hacen lo propio en Alicante, Castellón u Orihuela. En el mejor de los casos se acepta formar parte de un debate a cuatro o cinco bandas: un batiburrillo insulso que no despierta interés ni en los partidos. Los electores suplen este fraude o déficit de cultura democrática debatiendo por su cuenta con la familia, en los bares o en el trabajo, donde se desquitan a gusto. En definitiva y como casi siempre, hacemos su trabajo.

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