FÚTBOL 36ª jornada de Liga

El Atlético se arrastra

El Extremadura deja en evidencia al equipo rojiblanco

El Atlético agrandó en Almendralejo su problema de conciencia. Se arrastró sin excusas. Se dejó pisotear por un equipo menor pero en el que van todos a una, un conjunto que en sí mismo debería servirle a los rojiblancos como motivo para no descender, como argumento para enrabietarse y salir del drama. Pero al Atlético no le queda fútbol ni vergüenza. Fue humillado por un conjunto desarmado, que suple sus limitaciones con entrega, fe y orden, que disfruta y cree en lo que hace, que no se rinde. Respira el Atlético por los terceros, esos aliados de la tabla que, primados o no, volvieron a dejar ...

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El Atlético agrandó en Almendralejo su problema de conciencia. Se arrastró sin excusas. Se dejó pisotear por un equipo menor pero en el que van todos a una, un conjunto que en sí mismo debería servirle a los rojiblancos como motivo para no descender, como argumento para enrabietarse y salir del drama. Pero al Atlético no le queda fútbol ni vergüenza. Fue humillado por un conjunto desarmado, que suple sus limitaciones con entrega, fe y orden, que disfruta y cree en lo que hace, que no se rinde. Respira el Atlético por los terceros, esos aliados de la tabla que, primados o no, volvieron a dejar lejos a los conjuntos de abajo. La promoción, en cualquier caso, está a tres puntos. A esa distancia están del Atlético el propio Extremadura y el Alavés.El Extremadura mereció más. Se sintió grande y feliz. En el último tramo del duelo bailó literalmente al Atlético, donde hubo derrumbamiento general. La humillación quedó retratada en la última jugada: Gabrich y Manuel recreándose en el punto de penalti, pasándose el balón el uno al otro sin decidirse a tirar. Cuando Juninho llegó a la carrera -un gesto de rebeldía el del brasileño que no se advirtió en los otros-, Gabrich tiró y Molina volvió a sacar una mano. Al guardameta le habían llegado de todas las maneras posibles en el último cuarto de hora y seguía de pie, con la cabeza erguida. Sólo él, aliado con el palo y la falta de puntería enemiga, aguantó firme el chaparrón. Sus intervenciones evitaron un tanteo más doloroso.

EXTREMADURA 2

ATLÉTICO 1Extremadura: Gaspercic; Óscar Montiel, Kalla (Pedro José, m. 55), Félix, David; Viaoud, Espósito (Poli, m. 82), Belenguer, Soto; Duré (Manuel, m. 77) y Gabrich. Atlético: Molina; Mena, Santi, Chamot, Serena; Aguilera, Bejbl (Roberto, m. 75), Juninho, Lardín (Solari, m. 70); José Mari y Juan González (Torrisi, m. 46). Goles: 0-1. M.15. José Mari quiebra a David en el medio campo, corre solo la banda derecha, llega al área y centra. Kalla desvía, el balón le vuelve a José Mari, que, con Gaspercic en el suelo, marca a placer. 1-1. M.40. Espósito saca una falta desde la derecha, el balón llega al segundo palo y Félix empuja a la red. 2-1. M. 63. Duré desde la esquina derecha del área, conecta una volea durísima.. Árbitro: Medina Cantalejo. Expulsó a Santi (m.45) por doble tarjeta. Amonestó a Viaoud, Duré, Belenguer, Pedro José, Chamot, Aguilera, Unos 14.000 espectadores en el Francisco de la Hera.

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El Atlético naufragó de nuevo. Y eso que el partido se le puso dulce. Los rojiblancos se vieron favorecidos de salida por dos factores ajenos: las reducidas dimensiones del campo y la valiente actitud del rival. Un campo tan pequeño como el Francisco de la Hera se convierte en un problema de consideración cuando el adversario se encierra y te espera, cuando los espacios libres se venden caros. Pero no cuando el de enfrente se abre y arriesga. Entonces, basta un regate para plantarte en el área enemiga, un pase profundo para lanzar avisos de gol. El Extremadura, más necesitado de puntos, expuso más y el Atlético lo agradeció: llegó hasta Gaspercic,con claridad y frecuencia, sin tener que recurrir a la elaboración, a la distracción, a los toques precisos, todos esos aspectos tan alejados del juego rojiblanco actual.

Llegando los dos equipos con facilidad a la caja rival, la calidad individual estaba condenada a establecer las diferencias. Y en realidad, así sucedió: la cosa se puso 0-1 gracias a Molina, que atajó mucho y bien, y a José Mari, al que le bastó con recortar en el medio campo para llegar solo hasta el área. Pero contra la calidad de algunos de los rojiblancos, el Extremadura puso una actitud más digna.

Le ayudó la expulsión de Santi tras el 1-1 (el tanto de Félix fue un modelo de falta de atención defensiva en una acción a balón parado), pero más su predisposición, su ardor, su ánimo. Por ahí goleó al Atlético. Se vio en cada subida: mientras los rojiblancos conducían el balón con desgana, por puro trabajo, un simple ejercicio profesional, los extremeños vivían sus ataques con entusiasmo, los convertían en actos de fe, en aventuras.

Disfrutó el Extremadura de la segunda parte, fase en la que el Atlético se resquebrejó por completo. Impotente, roto en el fútbol y en el ánimo, el equipo de Antic fue enseñando uno por uno todos sus pecados. Los colectivos (desorden, falta de recursos, la mediocridad general, la moral por los suelos) y los individuales (Lardín parece un jugador acabado, Aguilera va por su cuenta, Chamot se autoexcluyó del derby). El Extremadura le pasó por encima, le pisoteó, le ridiculizó. Sólo Molina se mantuvo de pie; sólo él evitó que la derrota fuera aún más humillante.

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