Beloki conquista su tercera "txapela", la primera de un Manomanista escindido Su rival, Arretxe, no ofreció resistencia en una final liquidada en apenas 39 minutos

El pelotari navarro Rubén Beloki convirtió ayer la final del Manomanista vasco en un trámite para colocarse a expensas de Fernando Arretxe su tercera txapela, la primera de un torneo escindido y en el que se echa en falta la confrontación directa entre pelotaris de Asegarce y Aspe. Beloki se convirtió ayer en el sexto pelotari capaz de exhibir tres títulos, lejos de los 11 que acumula Julián Retegui.

Arretxe, aparentemente recuperado de la polémica lesión que afectaba al índice de su mano izquierda, pasó como una sombra de sí mismo sobre la cancha del Atano III. Su inconsistencia pudo c...

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El pelotari navarro Rubén Beloki convirtió ayer la final del Manomanista vasco en un trámite para colocarse a expensas de Fernando Arretxe su tercera txapela, la primera de un torneo escindido y en el que se echa en falta la confrontación directa entre pelotaris de Asegarce y Aspe. Beloki se convirtió ayer en el sexto pelotari capaz de exhibir tres títulos, lejos de los 11 que acumula Julián Retegui.

Arretxe, aparentemente recuperado de la polémica lesión que afectaba al índice de su mano izquierda, pasó como una sombra de sí mismo sobre la cancha del Atano III. Su inconsistencia pudo convertir la cita en un simil de encuentro de no ser por que Beloki se empeñó a ratos en alimentar el minutaje del encuentro a base de desatinos inesperados que concedieron a su rival la posibilidad de engordar con cuentagotas su casillero. Habitualmente avalado por su fortaleza física y por su capacidad para extraer del aguante y del sufrimiento sus mejores resultados, el de Valcarlos ofreció un perfil desapasionado. Se presentó en San Sebastián molesto por la imposibilidad de retrasar el compromiso, circunstancia que rompe una costumbre (casi una tradición) que amparaba a los pelotaris atacados a última hora por lesiones o ataques de ansiedad. Un tanto derrotado anímicamente, Arretxe se desprendió de entrada de la baza que debía convertirse en alternativa al poderío del otro finalista: sólo desde su obstinación (física y mental) podía el veterano pelotari contestar la lógica. Pero Arretxe fue ayer un contendiente blando, incrédulo y apenas capaz de recuperar el recuerdo de sus atributos ( la lucha, la defensa, el desgaste moral del contrario) para despedirse honradamente. Enfrente, Beloki tiró de pegada para doblar la escasa resistencia que propuso su rival, en dificultades desde el primer saque. En la cuesta abajo de una carrera adornada con dos txapelas, Arretxe pisó la final sin argumentos de peso que oponer a la calidad del pelotari que debe dominar la próxima década. Con un saque desestabilizador (ayer obtuvo seis tantos de esta forma) y una derecha estratosférica, Beloki ratifica una impresión generalizada: el zaguero con más recursos para el mano a mano sólo necesita concretar su estabilidad psicológica para acercarse a la imbatibilidad. Ayer, imperfecto pese a la victoria, apenas necesitó exhibir toda su panoplia de golpes: Arretxe sufría más de lo recomendable para seguir sobre la cancha y conducir al frontis las potentes embestidas de Beloki. Enseguida, Arretxe echó en falta cuerdas en su guitarra, notas para mostrarse a la altura de una final en la que Beloki evolucionaba como solista, atento a su partitura, regalando falsos acordes de acuerdo con su reconocida propensión al nervisosismo y a la precipitación. Pero ni siquiera los pelotazos descontrolados, dirigidos por la fuerza bruta al limbo, invirtieron la sensación inicial: Arretxe carecía de fuerza y de habilidad para construir otra cosa que no fuera una defensa de supervivencia. No sobrevivió. Apenas respiró cuando la derecha de Beloki quiso despegarse de la razón para desperdiciar la posibilidad de firmar un tanteo de escándalo. Entre pelotazo y respuesta de fortuna, el encuentro abandonó para el recuerdo un par de detalles exquisitos: tres dejadas precisas, incontestables, de Rubén Beloki que Arrtexe observó con un leve cabeceo, sin activar las piernas. Ni tenía reflejos, ni ganas aparentes de correr únicamente por decoro. El torneo de la escisión La primera txapela entregada por la Federación Vasca de Pelota (hasta ahora, en el Manomanista de primera, esta tarea correspondía exclusivamente a la española) sirve para elevar al joven Beloki (24 años) a la altura de campeones pretéritos: sólo cinco de ellos (Atano III, Gallastegui, Azkarate, Retegui I y Retegui II) pueden mostrar tres títulos individuales. Beloki, vigente último campeón unitario, no ha tenido opciones de enfrentarse a Eugi, al que doblegó el año pasado. De paso, el navarro de Burlada, que defiende los intereses de Asegarce, se convierte en el primer campeón de una disciplina escindida por las luchas de las dos empresas que aglutinan a los manistas profesionales. Su éxito confirma su recuperación para una disciplina que revolucionó con 21 años (a esa edad obtuvo su primer Manomanista después de que su fichaje revolucionara las cifras económicas al uso en el mundillo de la pelota), que le vio desaparecer y resurgir el año pasado, más maduro y sereno, más dueño de su inmenso potencial. La primera final escindida quedará en el recuerdo por esta circunstancia extradeportiva. Sin más brillo que el otorgado por la presencia del campéon, la final disputada ayer servirá para señalar sin disimulo toda la cojera acumulada por una especialidad carcomida y devaluada por supuestas incompatibilidades empresariales. La segunda de las finales programadas, la que corresponde a los manistas de Aspe, se jugará el próximo 6 de junio en Eibar para confirmar la crisis que acompaña a la especialidad. Con tal de que esta próxima cita sea la última media final...

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