Tribuna:

Ciscar

ADOLF BELTRAN Un dirigente del PSPV suele decir que el Comité Nacional es el músculo del partido. El sábado, ese músculo no fue precisamente el cerebro, ni el corazón, sino otra víscera aquejada de una aguda infección de sectarismo. La fiebre que produce anula los sentidos y el entendimiento. Sólo así se explica el espectáculo de canibalismo que condujo a la dimisión del secretario general y candidato elegido en primarias por las bases. ¿Qué se habrá creído?, fue el sutil argumento de una involución completamente ajena a las vibraciones que el intento renovador de Joan Romero había hecho lleg...

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ADOLF BELTRAN Un dirigente del PSPV suele decir que el Comité Nacional es el músculo del partido. El sábado, ese músculo no fue precisamente el cerebro, ni el corazón, sino otra víscera aquejada de una aguda infección de sectarismo. La fiebre que produce anula los sentidos y el entendimiento. Sólo así se explica el espectáculo de canibalismo que condujo a la dimisión del secretario general y candidato elegido en primarias por las bases. ¿Qué se habrá creído?, fue el sutil argumento de una involución completamente ajena a las vibraciones que el intento renovador de Joan Romero había hecho llegar a la sociedad. La única renovación posible en el PSPV, comentaba esa noche con amarga ironía un socialista, es la biológica. Da pena insistir en el episodio, pero sus consecuencias están a la vista: la principal fuerza de la izquierda queda descabezada a dos meses de unas elecciones que amenazan con una abrumadora mayoría de la derecha gobernante. Los estrategas de la maniobra barajan ahora apaños como la carismática santidad laica de Carmen Alborch, el comodín en que se ha convertido Clementina Ródenas (al parecer, las dos valen igual para un roto que para un descosido) o el espíritu de sacrificio de algún otro candidato de emergencia. Corrió por el Comité Nacional una coartada para justificar el vergonzoso asalto contra Romero: es un candidato que no está a la altura del partido. Bien, si de eso se trata, quien asuma un deber tan heroico como el de enfrentarse en estas condiciones a Zaplana habría de ser alguien que sí esté por encima del partido, alguien como Ciprià Ciscar, cuyos seguidores, con los de Asunción y Garcés, han sido la espina dorsal de la numantina resistencia a la traición perpetrada por Romero. Que venga Ciscar a salvar esta crisis dando la cara frente a la derecha. Y que en la candidatura le sigan Juana Serna, Baltasar Vives, Carmen Ninet, Francisco Ruiz y Vicent Tarrazona, esos cinco baluartes del comité de listas que han librado a la izquierda de la peligrosa renovación que impulsaba Romero. Se lo deben a la ciudadanía.

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