Tribuna:

Candidaturas

JOSEP TORRENT De toda la bronca en que andan metidos los socialistas vale la pena detenerse en un par de aspectos. De un lado la coherencia que ha demostrado Joan Romero a la hora de proceder a una renovación -liquidación también la llaman algunos- del actual grupo parlamentario. De otro, el mensaje que sectores nada desdeñables de la organización del PSPV intentan trasladar a su secretario general para hacerle ver que el hecho de ser el socio mayoritario no le faculta para actuar como si fuera el dueño de la finca. Como bien se puede ver, a pesar del ruido y de las intoxicaciones, no se trat...

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JOSEP TORRENT De toda la bronca en que andan metidos los socialistas vale la pena detenerse en un par de aspectos. De un lado la coherencia que ha demostrado Joan Romero a la hora de proceder a una renovación -liquidación también la llaman algunos- del actual grupo parlamentario. De otro, el mensaje que sectores nada desdeñables de la organización del PSPV intentan trasladar a su secretario general para hacerle ver que el hecho de ser el socio mayoritario no le faculta para actuar como si fuera el dueño de la finca. Como bien se puede ver, a pesar del ruido y de las intoxicaciones, no se trata de posiciones antagónicas ni excluyentes si no más bien complementarias. La solución se encuentra en las mismas candidaturas propuestas por el propio Romero a su ejecutiva y que generaron una amplia contestación interna, más por las formas que por el fondo. A estas alturas nadie discute en serio las incorporaciones externas a la militancia realizadas por el candidato a la presidencia de la Generalitat ni su conveniencia. El malestar existente viene derivado de la manera tan personal de elaborarlas y de la ausencia de cualquier diálogo con los representantes de las diferentes sensibilidades del PSPV. El comportamiento de Romero en esta primera fase del proceso parece comprensible e incluso razonable, habida cuenta de las tensiones internas de su partido. Ahora bien, encastillarse en sus propuestas iniciales, cuando se puede llegar a un acuerdo que no vulnere la filosofía renovadora de las candidaturas, sería un error político de incalculables consecuencias para el candidato y para su partido. La pelota queda en el tejado de la comisión de listas, que debe armonizar la necesaria renovación impulsada por Romero con el respeto a la voluntad de los militantes expresada en las distintas votaciones internas, una tarea que no parece una misión imposible salvo que se inicie desde una visión sectaria y excluyente. Por lo demás, anotar que, aún cuando se llegara al consenso, el sindicato de agraviados hará oir su voz. Pero este es un peaje que se paga siempre que se procede a un cambio a mejor.

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