Tribuna

Héroes de un nuevo tiempo

En España, el deporte es consecuencia de la contemporaneidad. Por eso, en el franquismo, que era una antigualla en sí mismo, no hubo deporte como tal, sino una metáfora de la inmundicia. Nuestros viejos héroes existían por una voluntad escapista. Santana escapaba a su destino como recogepelotas en un mundo donde los señoritos mezclaban algún passing shot con el martini de las doce; Mariano Haro huía a pie ligero del barbecho y de los secarrales de la meseta; y Ángel Nieto se abría de naja en aquellas diminutas derbis de 50 cc. Había que salir de una realidad opresiva por u...

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En España, el deporte es consecuencia de la contemporaneidad. Por eso, en el franquismo, que era una antigualla en sí mismo, no hubo deporte como tal, sino una metáfora de la inmundicia. Nuestros viejos héroes existían por una voluntad escapista. Santana escapaba a su destino como recogepelotas en un mundo donde los señoritos mezclaban algún passing shot con el martini de las doce; Mariano Haro huía a pie ligero del barbecho y de los secarrales de la meseta; y Ángel Nieto se abría de naja en aquellas diminutas derbis de 50 cc. Había que salir de una realidad opresiva por una cuestión de mera supervivencia, no por deporte.Lo peor de aquel régimen torvo fue su vocación aniquiladora: nos presentó al mundo como un país deforme, residual y triste. Éramos pequeños, éramos paletos, éramos inferiores. Estábamos condenados a perder. Ese fatalismo casposo se ha desplomado en los últimos 15 años. El formidable salto de nuestro deporte se corresponde punto por punto con el despegue de una sociedad vitalista, liberada de tópicos terribles.

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El deporte también sirve como referencia precisa de la monumental transformación que se ha operado en España. Todos los factores (alimenticios, sanitarios, económicos, culturales) que nos han trasladado al territorio de la contemporaneidad, son aplicables al deporte. Se terminó el monocultivo futbolístico y se abrió un arco que nos parecía inimaginable hace apenas 10 años. El punto de fuga se produjo en Barcelona 92. Contra las voces fatalistas de siempre, aquellos juegos fueron un símbolo de modernidad y eficacia.

De Barcelona 92 se salió con un grado de autoestima que enterró los viejos prejuicios que pesaban de forma dañina sobre el deporte en España y, probablemente, sobre la realidad de nuestro país. Ahora cobra vida una nueva idea, la de España como un país aventajado en el deporte. En pocos lugares se puede reunir una baraja más amplia y más joven de campeones. Ayer fue Yago Lamela, hoy es Moyà, mañana será Sergio García, y pasado, Fabián Roncero o David Canal. Surgen por todas partes; surgen en todos los deportes. Y aparecen sin deudas que saldar. Son simplemente el producto de su tiempo. No han llegado al éxito para escapar de nada, como aquellos inolvidables Santana, Haro y Nieto. Los nuevos héroes del deporte español son el producto de un modelo que funciona y de una sociedad que ha puesto una distancia sideral con el pasado.

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