Bodas

DE PASADAEs posible que la gente se case menos, pero tiene más mérito que antes. Que el novio zascandileaba por Montevideo y la novia por Alhama la Seca (ahora de Almería), pues se buscaba un sustituto y, en un santiamén, se convertían en pareja de hecho de por vida. Contra la distancia, los poderes. Siendo tan trascendentales las uniones (tocara lo que tocara siempre era de aquí a la eternidad), las ceremonias guardaban cierto equilibrio entre el sentido común y la capacidad adquisitiva. Los casorios actuales han invertido los términos. Aún a sabiendas de que la sociedad limitada puede desha...

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DE PASADAEs posible que la gente se case menos, pero tiene más mérito que antes. Que el novio zascandileaba por Montevideo y la novia por Alhama la Seca (ahora de Almería), pues se buscaba un sustituto y, en un santiamén, se convertían en pareja de hecho de por vida. Contra la distancia, los poderes. Siendo tan trascendentales las uniones (tocara lo que tocara siempre era de aquí a la eternidad), las ceremonias guardaban cierto equilibrio entre el sentido común y la capacidad adquisitiva. Los casorios actuales han invertido los términos. Aún a sabiendas de que la sociedad limitada puede deshacerse en cuanto el cónyuge adversario ronque tres noches seguidas (vamos que los matrimonios de por vida deberían mimarse como especies en peligro de extinción), en las ceremonias modernas naufraga el sentido común y tiende a triunfar la enajenación transitoria. No hay más que visitar la feria Sevilla de Boda, clausurada el domingo en el Palacio de Congresos y Exposiciones, para aferrarse a un voto de celibato para toda la vida. Ni la profesional dulzura de la ex miss Raquel Rodríguez, que desfiló con creaciones de Franc Sarabia junto a Alba Molina, logran enturbiar la sesera, después de recorrer la exposición y descubrir los sacrificios necesarios para soportar una hipoteca a medias con las bendiciones de Dios o del Estado. Obviados aspectos elementales como la vestimenta (una boda en porretas da pelín de frío), la vivienda y, puestos a celebrarlo, el agasajo a los allegados, los elementos exigidos en las bodas de hoy entran en un terreno movedizo entre lo absurdo y lo jocoso. Para la posteridad (que, en este terreno, es más efímera que antaño), los vídeos amenazan con desbancar la emulsión fotográfica tradicional. Los novios se someten, en ocasiones, a despóticos cineastas que aspiran a convertir la filmación de una boda en una nominación a los Goya, en un estilo a caballo entre el realismo sucio y las fantasías de Walt Disney. Se aconseja, a la hora de dar el paso, dominar el baile, tener conocimientos de jardinería y decoración, y saber estar (no aclaran dónde), al menos figuran como esenciales en el catálogo de una firma dedicada a preparar bodas con sus correspondientes aditivos, incluidas las despedidas de soltero/a con -¡válgame Dios!- números a lo fullmonty. ¿Estaría mal visto contratar una despedida a secas? TEREIXA CONSTENLA

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