"Todo lo que soy se lo debo al golf"

Los duques de Palma presiden el homenaje que el deporte español rindió anoche a Severiano Ballesteros

Hace sólo 30 años, los caddies, como Severiano Ballesteros, un niño de 11 años entonces, tenían que entrar en su caseta del Real Club de golf de Pedreña escondiéndose entre los árboles para que a los socios no se les atragantara el aperitivo. Ayer, los duques de Palma, la infanta Cristina e Iñaki Urdangarín, el vicepresidente del Gobierno, Francisco Álvarez Cascos, y la ministra de Educación y Cultura, Esperanza Aguirre, presidieron en Madrid el homenaje que se rendía a uno de los mejores deportistas españoles de la historia que celebra sus 25 años de profesional. Severiano Ballesteros ...

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Hace sólo 30 años, los caddies, como Severiano Ballesteros, un niño de 11 años entonces, tenían que entrar en su caseta del Real Club de golf de Pedreña escondiéndose entre los árboles para que a los socios no se les atragantara el aperitivo. Ayer, los duques de Palma, la infanta Cristina e Iñaki Urdangarín, el vicepresidente del Gobierno, Francisco Álvarez Cascos, y la ministra de Educación y Cultura, Esperanza Aguirre, presidieron en Madrid el homenaje que se rendía a uno de los mejores deportistas españoles de la historia que celebra sus 25 años de profesional. Severiano Ballesteros acudió acompañado de su esposa, Carmen Botín."Soy un gran competidor, muy duro de pelar -he ganado los cinco mundiales matchplay que he disputado-, con muchísima imaginación, con una determinación muy grande y que ha trabajado mucho". Severiano Ballesteros, nacido en abril de 1957, jugador profesional de golf desde 1974, aún se define en presente. Se niega el ganador del Open Británico de 1978, 1984 y 1988, el hombre del Masters de 1980 y 1983, a pensar en que ha llegado el momento de la retirada. "Este homenaje viene un poco temprano", dijo. "Parece que todos los homenajes tienen que ser de jubilación, de despedida. Pero no, yo todavía tengo que dar mucha guerra. Esto es una amenaza a esos jóvenes que vienen por ahí pidiendo guerra. Cuidado, que voy".

Eso, a pesar de que su último triunfo, la Ryder Cup europea de 1997, lo consiguió desde el buggy de capitán, con un walkie-talkie en la mano en lugar de un palo. Eso, a pesar de que el golf -"todo lo que soy y todo lo que tengo se lo debo al golf, y por mucho que yo haga nunca le devolveré al golf lo que el golf me ha dado"- ya es secundario en su vida, por detrás de su familia. "Entregué al golf toda mi juventud, nunca hice una vida normal. Y ése es mi problema de ahora", se sinceró. "Quiero ver crecer a mis tres hijos. Y todos los días me hago la misma pregunta: ¿compensa seguir en esto, y más ahora que no doy ni una, y dejar de ver a mis hijos, mi mejor patrimonio". Eso, a pesar de que hizo un verdadero repaso médico a sus males: problemas musculares en un hombro, un codo, una rodilla y un pie. Y eso, a pesar, sobre todo, de que se descubrió recordando, con añoranza, su infancia en Pedreña, su juventud conquistadora en Gran Bretaña y en Estados Unidos. Como una persona con sólo pasado.

Ballesteros, sincero, tan orgulloso que a los desinformados les parece arrogante, tan consciente del papel que ha jugado en la evolución de la vida española, tiene, sobre todo, una gran memoria. Recuerda las 40 pesetas que le pagaba por hacerle de caddie durante 18 hoyos, "el que menos pagaba", "don Santiago Ortiz", su protector en el club de Pedreña; recuerda sus tiempos de maletilla, cuando tenía que burlar a los vigilantes para poder dar golpes de noche en el selecto campo; se acuerda de sus golpes en la playa con su único palo, el hierro 3 que le regaló su hermano Manuel; recuerda, cómo no, el Open Británico que ganó a los 22 años, en 1979, de su tranquilidad tras embocar en el 18 y de las lágrimas que le cayeron cuando el abrazo de sus tres hermanos le hizo romperse.

Pero también se acuerda de Amantegui, el delantero calvo del Logroñés que le clavó dos goles a su Racing en el primer partido que vio en El Sardinero, invitado por Santiago Ortiz; y también de que TVE prefirió emitir un Real Madrid-Valencia "cuando estaba ganando el Masters" y de que televisión también eligió poner una carrera de caballos cuando "ganaba el British Open".

Son espinas que mantuvo clavadas algún tiempo y que ya se ha arrancado. Porque Severiano Ballesteros, más que nada, mantiene que sigue siendo un jugador en activo pese a que hasta se ha templado en sus relaciones con la sociedad. "Con la prensa", dijo, "tengo que ser sincero. En un principio se me trató injustamente y entonces lo tragaba muy mal. Pero ahora pienso que fue por desconocimiento del golf. Ahora lo entiendo perfectamente. Y últimamente me ha tratado muy bien. Pero, aun así, la imagen que tengo en España no tiene nada que ver con la que tengo en Inglaterra".

Y pese a todo eso Ballesteros seguirá, quizás aunque sólo sea por amor a un deporte único, a un deporte hecho a partes iguales de tradición y sentimiento. Porque, para Ballesteros, aquel chaval de Pedreña que hacía novillos para golpear a una bola en la playa, "el golf es el mejor deporte que hay. Y quien diga lo contrario es porque lo desconoce".

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