El testigo Botín: a mí, que me registren

Como ya es habitual, sólo la presencia de testigos con pedigrí suele reanimar, periódicamente, el interés del largo juicio del caso Banesto: hoy toca a Emilio Botín. Es difícil que el presidente del Banco Santander pudiera imaginarse en la tarde del 25 de abril de 1994 el recorrido accidentado que tendría su victoria al alzarse con el 60,18% del capital de Banesto, saneado previamente a través de una fuerte inyección de ayudas públicas. Y aun intuyendo algunas cosas que podrían ocurrir, algunos de los hitos más estrafalarios que tuvieron lugar encajan más en la novela de ficción que en el sist...

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Como ya es habitual, sólo la presencia de testigos con pedigrí suele reanimar, periódicamente, el interés del largo juicio del caso Banesto: hoy toca a Emilio Botín. Es difícil que el presidente del Banco Santander pudiera imaginarse en la tarde del 25 de abril de 1994 el recorrido accidentado que tendría su victoria al alzarse con el 60,18% del capital de Banesto, saneado previamente a través de una fuerte inyección de ayudas públicas. Y aun intuyendo algunas cosas que podrían ocurrir, algunos de los hitos más estrafalarios que tuvieron lugar encajan más en la novela de ficción que en el sistema financiero.Es lo que sucedió cuando a finales de julio de 1995, mientras Botín se hallaba de caza en Escocia (Reino Unido), sus servicios de Madrid tuvieron que localizarle para transmitirle una información confidencial. Era el chantaje de Mario Conde al Gobierno de Felipe González. El ex banquero pedía 14.000 millones de pesetas de indemnización y el pago de varios contratos blindados, entre otras reivindicaciones como el apartamiento del juez Manuel García-Castellón, a cambio de entregarle al Gobierno socialista los papeles del Cesid (Centro Superior de Información de la Defensa) sobre la guerra sucia contra ETA que el coronel Juan Perote había puesto a disposición de Conde.

La idea de pasarle la factura a Emilio Botín se la había expuesto Jesús Santaella, abogado por aquella época de Mario Conde, al ministro de Justicia e Interior, Juan Alberto Belloch, en su despacho, en el palacio de Parcent de la madrileña calle de San Bernardo, el día de su primera visita, el martes 11 de abril de 1995. "No se trata de que el Gobierno pague. El Banco Santander podría hacerlo", le había anticipado Jesús Santaella.

Un tercer abogado, Gerardo Viada, amigo de Belloch, el único testigo en la reunión, no había hablado durante la entrevista, pero al escuchar la idea se limitó a bromear. "Jesús, vas listo si piensas sacarle un duro a Emilio Botín".

El 23 de junio de 1995, Belloch condujo a Santaella al palacio de La Moncloa para celebrar una entrevista con el entonces presidente del Gobierno, Felipe González. Y Santaella volvió a reiterar el punto de los contratos blindados y la pérdida de valor de las acciones de Banesto propiedad de Mario Conde y que ascendía a 14.000 millones. A finales de julio de 1995, el martes 25, Santaella y Mariano Gómez de Liaño explicaron otra vez su "programa" a José Enrique Serrano, director de gabinete de la presidencia, y solicitaron con carácter perentorio la gestión ante Botín.

Fue Serrano quien comentó con Narcís Serra, que seguía ayudando a González pese a haber dimitido como vicepresidente el 22 de junio de 1995, la situación. Serra intentó ganar tiempo. Llamó a Botín. Estaba en Escocia, en una cacería. El ex vicepresidente pidió que le devolviese la llamada en cuanto pudiera. Santaella llamó a Serrano para verificar cómo iban las gestiones, y éste le dijo que Botín estaba fuera de España, ante lo que el abogado de Conde se mostró incrédulo, pensando que era un ardid.

Dos días más tarde, el 27 de julio, Santaella se disculpó. Había preguntado a Federico Ysart, el responsable de comunicación del Banco Santander, sobre el asunto, quien le había confirmado el intento de Narcís Serra de contactar con Botín, que no fue posible por la ausencia de este último. "José Enrique llamaba para decirte que sé que habéis hecho algunas gestiones, y que no me engañabas", dijo Santaella a Serrano.

El abogado Gerardo Viada no se equivocó. A Botín no le sacarían un duro. Durante largos meses, Rafael Pérez Escolar, acusado en el caso Banesto, intentó abrir una negociación con Botín, primero mediante cartas y luego a través de mensajes que llevaron intermediarios, entre los que destacó Juan Miguel Villar Mir. No había nada que hacer.

Demanda en Nueva York

Otro de los acusados, el financiero Jacques Hachuel, acudió a la acción directa. Plantó una demanda criminal en Nueva York y utilizó unos contactos con la fiscalía neoyorquina para abrir la duda sobre presuntas relaciones del Banco Santander con el narcotráfico metiendo en la misma bolsa el asunto pendiente de las cesiones de crédito.Los fiscales de Nueva York, antes de actuar, enviaron a un fiscal de origen cubano que hablaba perfecto español a Madrid para indagar qué había de cierto. El fiscal regresó a Nueva York, tras pasar por varias instituciones españolas y por la Audiencia Nacional. Era un invento. El propio Botín denunció formalmente ante la Fiscalía General del Estado las presiones y amenazas de Jacques Hachuel.

La defensa de Rafael Pérez Escolar, al elevar su propuesta de pruebas para el juicio oral, solicitó la declaración de Botín. Se le preguntará por la subasta del 25 de abril de 1994 y por la ausencia de su firma al ofrecer las 762 pesetas por acción de Banesto, por su oferta de un 1% de Banesto a Alfredo Sáenz y su equipo si se consiguen los objetivos comprometidos, por los acuerdos con J.P. Morgan y por su OPA sobre Banesto. Quizá también sería de interés que hiciera la crónica del chantaje de estos años.

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