Tribuna

¿Viene Perico El Atómico?

Junto a la reaparición de Alfonso, cuyo repertorio de habilidades tanto hemos echado de menos en los primeros meses de la Liga, y los fichajes de los viejos guerrilleros Salinas y Berti por el Alavés, hay una novedad en el elenco del campeonato: para compensar la alarmante zurdera del Real Madrid dicen que viene Perica Ognjenovic. Más allá de gustos y modas, la supuesta llegada del último alevín del Estrella Roja nos permitiría reconocer de nuevo la escuela balcánica, esa factoría muscular que ha conseguido reunir en una misma promoción a Mijatovic, Suker, Jarni, Savicevic, Boban, Stoikovic, ...

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Junto a la reaparición de Alfonso, cuyo repertorio de habilidades tanto hemos echado de menos en los primeros meses de la Liga, y los fichajes de los viejos guerrilleros Salinas y Berti por el Alavés, hay una novedad en el elenco del campeonato: para compensar la alarmante zurdera del Real Madrid dicen que viene Perica Ognjenovic. Más allá de gustos y modas, la supuesta llegada del último alevín del Estrella Roja nos permitiría reconocer de nuevo la escuela balcánica, esa factoría muscular que ha conseguido reunir en una misma promoción a Mijatovic, Suker, Jarni, Savicevic, Boban, Stoikovic, Prosinecki, Mihailovic, Jokanovic, Jerkan, Stankovic y Boksic, por no citar a los niños prodigio, talentos juveniles y otros colegas que se esfumaron por el sumidero de la guerra.

Ognjenovic es, para empezar, la última expresión de una cantera homologable a todos los estilos. Como se sabe, hay en el fútbol internacional un principio según el cual los jugadores yugoslavos aprenden inmediatamente cualquier idioma y se integran con la misma facilidad en cualquier sistema. Toda figura que proceda del taller de Miljan Miljanic puede asimilarse indistintamente a la orquestina brasileña más barroca, al team inglés más dinámico, a la cofradía italiana más exclusiva, al más disciplinado de los batallones alemanes o, por supuesto, al más emprendedor de los equipos españoles. Se diría que estamos ante deportistas nacidos para emigrar. Son brillantes, vienen del este y nacen compatibles.

Definir a Ognjenovic exige, sin embargo, ir un poco más lejos. Parece que en su tierra le llaman El Atómico por dos razones: es pequeño y tiene un regate nuclear. Quienes creen que la talla de un futbolista debe medirse en centímetros, quizás caigan en la tentación de catalogarle en esa categoría reservada a jugadores sólo aptos para distancias cortas y conflictos de área. Pero se equivocarán de pleno, porque ni su territorio es el punto de penalti ni, como demostraron Maradona y Van Basten, el tamaño guarda relación alguna con el recorrido. Su corta estatura y su complexión ligera indican, en cambio, una vaga relación de parentesco; es más, metido en gomina y pasado por Armani podría parecer un híbrido de Mijatovic y Savicevic. Luego, su juego confirma ese aire familiar: se muestra tan activo y preciso como el primero en las jugadas de ataque, y tan rápido y electrizante como el segundo en las jugadas de contraataque. Sin duda es otra vez uno de esos deportistas livianos que, obligados a eludir el choque frontal, aprenden a vivir de la velocidad y el ingenio. En España suelen llamarse Amancio, en Escocia Johnstone, en Inglaterra Keegan, en Italia Roberto Baggio, en Brasil Juninho, y en la Yugoslavia de fin de siglo Perica Ognjenovic.

Ognjenovic ofrece, además, algunas plusvalías. Así, como buen intérprete del mano a mano es un consumado especialista en situaciones extremas. Cuando el partido se enreda, cuando todas las soluciones tácticas fracasan, él, escondido en el rincón del 7 o lanzado por la avenida del 10, mira de frente al defensor más próximo, pisa la pelota y hace del problema una cuestión personal. Si no hay otra solución que el recorte, amaga por un lado y se va por el otro para meter un pase de gol; si hay espacios para la salida, toma carrerilla y trata de escapar por piernas en sucesivas explosiones musculares. Como en los grandes westerns, reduce la historia a un duelo solitario y a un disparo definitivo.

Hoy, según países y tradiciones, esa figura tiene muchos nombres.

Recreada por él se llama malicia yugoslava.

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