Cartas al director

Telediarios

En literatura, Thomas Bernhard cultivó la exageración. Con una prosa musical y repetitiva llevó opiniones y descripciones a los extremos para romper la ceguera de las colectividades. Pretender emularlo sería, además de presuntuoso, un ejercicio vano. Sí podemos, sin embargo, exagerar.Un telediario de cualquier cadena televisiva, un anónimo día del futuro próximo: sucesión de crónicas de todos los diferentes equipos de fútbol que pueblan este país (o sus autonomías, o sus provincias), aderezadas con una interminable sucesión de entrevistas a futbolistas y dirigentes de los equipos. Los entrevis...

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En literatura, Thomas Bernhard cultivó la exageración. Con una prosa musical y repetitiva llevó opiniones y descripciones a los extremos para romper la ceguera de las colectividades. Pretender emularlo sería, además de presuntuoso, un ejercicio vano. Sí podemos, sin embargo, exagerar.Un telediario de cualquier cadena televisiva, un anónimo día del futuro próximo: sucesión de crónicas de todos los diferentes equipos de fútbol que pueblan este país (o sus autonomías, o sus provincias), aderezadas con una interminable sucesión de entrevistas a futbolistas y dirigentes de los equipos. Los entrevistados, con orgullo y afectación (claro, hay que negar el azar), se afanan en combinar de forma novedosa las escasas palabras con que se deleitan (por ejemplo: partido, ilusión, ganar, puntos, intentar, contrario).

La certeza de que existe el error habilita la ilusión de que, tal vez en alguna ocasión, podría deslizarse en el telediario algún contenido que podría ser considerado (vamos, olvidemos la exigencia) no sólo como no insultante, sino incluso de interés.-

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