Setién

Tengo para mí que el obispo Setién debe tener ya, a estas alturas, merecidamente ganado su cielo, y con creces, en la otra vida. El sufrimiento que han tenido que proporcionarle la caterva de insultos y descalificaciones a que le vienen sometiendo, desde hace tiempo, opinadores y políticos pertenecientes a la más recia y rancia charanga carpetovetónica -sean de izquierdas o de derechas- le hace acreedor de ese su cielo. Publicaba el diario El Mundo, el pasado día 14, la noticia de que el obispo Setién, en una carta dirigida a un preso etarra, Jon Gaztelumendi, calificaba a los presos de ETA co...

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Tengo para mí que el obispo Setién debe tener ya, a estas alturas, merecidamente ganado su cielo, y con creces, en la otra vida. El sufrimiento que han tenido que proporcionarle la caterva de insultos y descalificaciones a que le vienen sometiendo, desde hace tiempo, opinadores y políticos pertenecientes a la más recia y rancia charanga carpetovetónica -sean de izquierdas o de derechas- le hace acreedor de ese su cielo. Publicaba el diario El Mundo, el pasado día 14, la noticia de que el obispo Setién, en una carta dirigida a un preso etarra, Jon Gaztelumendi, calificaba a los presos de ETA como "presos políticos". Claro que el obispo Setién decía, también, otras cosas. Pero la alcavela carpetovetónica no tenía ojos sino para fijarse en lo de "presos políticos". El preso Gaztelumendi, a quien el obispo Setién dirigió su carta, es uno de los seis interlocutores designados por ETA, entre sus miembros encarcelados, ante el Gobierno y, por lo tanto, ante su presidente, el señor Aznar. En su carta, el obispo Setién respondía a otra recibida del preso Gaztelumendi diciéndole que "por mi parte no hay ningún problema para ayudar a que se respeten los derechos de los presos políticos y, con esto, la verdadera paz de nuestra Euskal Herria". El prelado de San Sebastián habla de ayudar a conseguir la paz. Un objetivo que también figura en la agenda del gobierno español y su presidente. Pero nadie quiso hacer referencia al deseo de Setién en contribuir a alcanzar ese objetivo. Lo que importaba era la estigmatización del obispo por haber escrito "presos políticos". El presidente Aznar se refirió a Setién afirmando que "hay personas que no se enteran muy bien del país en el que viven. Por eso pueden hacer algunas afirmaciones estrafalarias". ¡Vaya por Dios! ¿Tal vez, lo que quiso decir Aznar, es que el obispo de San Sebastián no se ha enterado, todavía, de que "España va bien"? Un opinador, antiguo demócrata orgánico, escribía que monseñor "quiere llenar el cielo de criminales sin atrición y echar a las víctimas en una fosa común a los pies de sus verdugos". (!!) Hubo quien aconsejaba a Setién que "cuelgue la sotana y se integre en un partido". Y no pocos, entre descalificaciones e insultos, le recordaban al prelado que los etarras no son "presos políticos" sino "presos comunes". ¿Es eso verdad? ¿Son "presos comunes"? Los humoristas Ricardo y Nacho publicaban, hace unos días, una viñeta en la que un preso le dice a su abogado que le visita en la cárcel: "A ver si me entero. Los etarras no son presos políticos. Por lo tanto, el gobierno negocia con ETA el abandono de las armas a cambio de la libertad de presos comunes vascos. ¿Eso incluye a los vascos como yo que están aquí por robar una gallina?". No serán "presos políticos" como dice monseñor Setién, pero tampoco "presos comunes" como dicen sus detractores. El chiste de Ricardo y Nacho lo expresa gráficamente. ¿Entonces que son? ¿Podría decirse que son presos especiales? ¿Presos específicos? ¿No estamos asistiendo a una feria de los despropósitos? Decía al principio que el obispo Setién se ha ganado con creces su cielo. Ya hace tiempo que dijo que con ETA no se podía acabar sólo con métodos policiales sino que llegaría un momento en que la negociación se haría imprescindible. Naturalmente, le pusieron verde y le llenaron de oprobio e ignominia. Luego resulta que los hechos le han dado la razón. Recientemente, Javier Sádaba ha escrito, refiriéndose a la situación en Euskadi, lo siguiente: "Entretanto, la prensa estatal no deja de hablar de Setién, de su correspondencia privada, de lo malos que son los nacionalistas, de lo intratable que es Euskadi o de las declaraciones de éste o aquel político vasco. Da la sensación de que no se quiere colocar cada cosa en su sitio. De que en vez de hacer el verdadero mapa de los hechos, se seleccionan los que interesan, se los mete en una batidora y, bien agitados, se lanzan a la calle como pasto". "Hacer el verdadero mapa de los hechos". Este es el verdadero puzzle, el verdadero rompecabezas que el presidente Aznar tiene que solucionar poniendo cada cosa en su sitio. Si es que, verdaderamente, "se ha enterado del país en que vive". Un país en el que al norte existe un territorio que se llama Euskal Herria. O Euskadi. Y que es algo bien distinto a las "queridas provincias Vascongadas" con que no pocos de sus correligionarios y votantes todavía gustan de llamar. Y, tal vez, soñar. Como dice Sádaba, hay que tener presente el "verdadero mapa de los hechos". Parece ser, sin embargo, que aquí sólo se quiere prestar atención a las palabras.

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