Francia: un largo declive

La inercia del pasado estalinista y leninista pesa como una losa sobre el Partido Comunista Francés (PCF) pese a la renovación iniciada hace cinco años con la elección del nuevo secretario general, Robert Hue. El partido más antiguo de Francia, que contó con el 28% de los votos en 1946, se siente hoy reconfortado por su 10% en 1997. Por encima de los resultados coyunturales y las crisis periódicas, el suyo es un largo declive que manifiesta la elevada factura de la ortodoxia pasada y las dificultades para articular una alternativa más allá del rechazo.Bajo la vigilancia de la vieja guardia con...

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La inercia del pasado estalinista y leninista pesa como una losa sobre el Partido Comunista Francés (PCF) pese a la renovación iniciada hace cinco años con la elección del nuevo secretario general, Robert Hue. El partido más antiguo de Francia, que contó con el 28% de los votos en 1946, se siente hoy reconfortado por su 10% en 1997. Por encima de los resultados coyunturales y las crisis periódicas, el suyo es un largo declive que manifiesta la elevada factura de la ortodoxia pasada y las dificultades para articular una alternativa más allá del rechazo.Bajo la vigilancia de la vieja guardia conservadora, el PCF, con dos ministros en el Gobierno de la "izquierda plural", trata de responder al primero de los problemas con la apertura de sus archivos y actos de contrición por las antiguas cazas de brujas cada vez que los dogmas moscovitas eran cuestionados. La renovación de la que habla el campechano Hue, bien distinto al aire brezneviano hasta en las cejas de su antecesor, Georges Marchais, no llega a la ruptura formal con el pasado pese a que también en la sede central se interroguen por el sentido actual del término "comunista".

En el caso francés, el desconcierto no proviene sólo del desplome del régimen soviético y de la caída del muro de Berlín. Aunque éste sea un tema tabú, el PCF -expresión consumada de esa mezcla francesa de nacionalismo e internacionalismo- se interroga por el fenómeno del trasvase directo de votos comunistas al Frente Nacional de Jean Marie Le Pen, bien palpable en áreas como el cinturón de París y de Marsella.

A falta de una mutación completa, el partido, que cuenta con 37 diputados, 15 senadores, siete eurodiputados y 920 alcaldes, además de con un marcado ascendente en la CGT -uno de cada tres afiliados del poderoso sindicato tiene su carné- ha modificado su posición en temas como la inmigración o la homosexualidad.

Tras el triunfo socialista, la estrategia clásica de la toma del poder ha dado paso a la "dinámica mayoritaria del cambio", un concepto inventado para teorizar la práctica de un partido que ha optado por la izquierda plural sin renunciar a la "estrategia revolucionaria".

Vista la ascensión de la extrema izquierda, que obtuvo el 5% de los votos en las comicios regionales de marzo, los comunistas franceses tratan de abrirse a los colectivos anticapitalistas y antiliberales y defenderse mejor de las alternativas ecologistas. Con todo, Hue se lamenta de que la apertura a la sociedad, decidida en el congreso de hace tres años, se haya convertido en "letra muerta".

Sin cuestionar su presencia en el Gobierno, el PCF, primer partido en militantes, 150.000, se halla dividido sobre esa alianza con los socialistas. Periódicamente, Hue debe aclarar que no están dispuestos a ser su "ala izquierda".

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