Tribuna:

Tai chi

Nunca había escuchado esa expresión china, hasta oírla en boca de un viejo amigo, viejo como yo y de largo trato. Charlábamos acerca de un tema al que somos muy adictos los provectos: los achaques, dolencias, intervenciones quirúrgicas, estancia en hospitales, pormenores en el paso por las salas de reanimación, etcétera. Lo atractivo es disertar acerca de las desventuras personales, aunque cada día sea más difícil encontrar quien está dispuesto a escucharnos. Tengo una parienta que podría figurar en el Guinness por la cantidad y diversidad de percances padecidos; es una especie, en feme...

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Nunca había escuchado esa expresión china, hasta oírla en boca de un viejo amigo, viejo como yo y de largo trato. Charlábamos acerca de un tema al que somos muy adictos los provectos: los achaques, dolencias, intervenciones quirúrgicas, estancia en hospitales, pormenores en el paso por las salas de reanimación, etcétera. Lo atractivo es disertar acerca de las desventuras personales, aunque cada día sea más difícil encontrar quien está dispuesto a escucharnos. Tengo una parienta que podría figurar en el Guinness por la cantidad y diversidad de percances padecidos; es una especie, en femenino, de general Millán Astray, aquel señor que había perdido, con notoria negligencia, un ojo, un brazo y no sé qué más. No hay asunto que la apasione más que relatar sus vivencias clínicas, sea por orden de importancia, cronológico o alfabético. Con motivo de un contratiempo en mi salud, tuvo la amabilidad de interesarse, por teléfono, y jamás la encontré tan lacónica y concisa, pienso que por tratarse de mi próstata, una de las pocas patologías fuera de su alcance. De forma más o menos extremosa tal nos ocurre a todos, sustentando la teoría de que la descripción de los alifafes ajenos es algo de enjundia prácticamente nula.El amigo del que hablo supo despertarme el interés porque, junto a una farragosa reseña de sus padecimientos, similares a los que me afligen, introdujo la novedad de que parte de ellos los estaba remediando gracias al Tai Chi. No tuvo inconveniente en transmitir su última experiencia: "Se trata de una especie de gimnasia china cuya finalidad es la relajación de músculos, tendones y nervios, de cuya existencia no tenías idea. Habrás visto más de una vez", dijo, "reportajes televisivos de esos grupos, generalmente formados por ancianos, realizando pausados movimientos, desplazando los pies como si pisaran huevos y ondulando los brazos igual que si empujaran el aire con las manos y jugasen con fingidas pompas de jabón. Haz un esfuerzo por imaginar una jota aragonesa proyectada lentísimamente, o esos saltos semiacrobáticos de los sorprendentes aurreskus, que están entre un despeje balompédico a la chilena y los milimetrados pasos en puntas de una danzarina de ballet, todo ello a ritmo de marcha fúnebre, interpretada despaciosamente".

"El primer día", continuó, "creí haberme colado en el último acto del Tenorio, porque en la amplia y desnuda sala había ocho o nueve personas de ambos sexos, completamente inmóviles, con los ojos entrecerrados, las rodillas levemente flexionadas y las manos en actitud mendicante, sin variar de actitud durante largo tiempo, diez, quince minutos, quizá más. El maestro oriental sustenta la tesis de ser una forma de reposo que, de no ejercitarse con la necesaria convicción, parecería irresistible".

"Resulta indispensable desechar la idea de que hacemos el ridículo, efectuando gestos y evoluciones que, por su torpeza inicial, no realizaríamos ante otro ser humano en la intimidad, ni delante de un espejo. Allí no los hay, y si parecen risibles las contorsiones de los alumnos, fascina la elegante armonía con que el profesor intenta que sea imitada su felina y envidiable exhibición. Durante las primeras sesiones -con la innata malevolencia que tenemos los madrileños, continuó- pensé que incitaba a mantener aquella larga inmovilidad para atender visitas o hablar por teléfono, pues generalmente está solo con alumnos, pero he de reconocer tal método de descanso -que produce al principio fatiga y exasperación- como, en efecto, vehículo excelente para que el cuerpo deje escurrir las tensiones que le poseen. Según asegura una hojita que me dieron, desarrolla la energía vital, el chi, que así parecen llamarlo en mandarín, resuelve los problemas reumáticos y de estrés, desarrolla la inteligencia y la memoria, apoca la obesidad, regula la hipertensión y no sé cuántas otras cosas. Curioso es que fuera yo el individuo de mayor edad. Muchos más jóvenes que gente madura".

"¿Cómo diste con ese lugar?", pregunté maravillado y dispuesto a intentarlo a mi vez. "En las páginas amarillas", fue la sorprendente respuesta. "Hay muchos lugares en Madrid donde se imparte el Tai Chi. Hace poco hubo una multitudinaria exhibición en el Retiro". Estoy en ello.

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