Tribuna:

Doping

Dos componentes del equipo Seguros Vitalicio han sido expulsados de la Vuelta por consumir EPO. Ni las sañudas persecuciones del Tour, ni las exhortaciones médicas, ni los aseguradores vitalicios han podido contener el afán de estos ciclistas por mejorar sus prestaciones en la contienda. La tentación de ganar puestos y fama es tan intensa que, a lo que parece, apenas se conocen deportistas contemporáneos que rechacen doparse si se les garantiza no ser sancionados.Interrogados 198 atletas norteamericanos sobre si tomarían sustancias prohibidas en el caso seguro de pasar los controles sin consec...

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Dos componentes del equipo Seguros Vitalicio han sido expulsados de la Vuelta por consumir EPO. Ni las sañudas persecuciones del Tour, ni las exhortaciones médicas, ni los aseguradores vitalicios han podido contener el afán de estos ciclistas por mejorar sus prestaciones en la contienda. La tentación de ganar puestos y fama es tan intensa que, a lo que parece, apenas se conocen deportistas contemporáneos que rechacen doparse si se les garantiza no ser sancionados.Interrogados 198 atletas norteamericanos sobre si tomarían sustancias prohibidas en el caso seguro de pasar los controles sin consecuencias, 195 respondieron positivamente. Pero, además, emplazados a responder si tomarían esas sustancias con la garantía de ganar y no ser descubiertos, aunque con la amenaza de morir en los siguientes cinco años, 100 contestaron afirmativamente. La reciente muerte de la corredora Florence Griffith consigna la íntima tensión oculta entre el éxito y la muerte.

De jóvenes, entre los amigos más aficionados al oficio de la creación, algunos nos confesábamos más partidarios de ser un Picasso o un Cervantes muerto que cualquiera de nosotros vivo. Ni la sofocante ascendencia de la misma vida era suficiente para desengañarnos de ser famosos, aun bajo tierra. La atracción de la genialidad o la celebridad; la posibilidad de transformación mágica de ser común a personaje, desencadenaba tal turbación que sucumbir a sus encantos era, como poco, lo más humano.

Han tenido que pasar los años y haber degustado la vida para que un arreglo de esa naturaleza revele sus trampas. Vencer no vale nada sin sostener la plena salud de la autoestima. Pero tampoco el éxito cabal existe ahora, cuando la gran velocidad de las carreras anticipa la fugacidad de la ovación.

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