Agosto

PACO MARISCAL Descartes dijo que existimos porque pensamos, y Pío Baroja completó la frase más tarde indicando que existimos porque se ve, se oye, se anda y se tienen sensaciones. Uno y otro axioma conservan su validez en agosto, cuando ensordece el tráfico de la autopista A-7. En el País Valenciano, se ande por donde se ande el mes de agosto, se oye, se ve y se percibe con inmediatez la fiesta, el calor, la saturación del tráfico y el reencuentro anual en el pueblo con los viejos compañeros de correrías infantiles. A mediados de este mes desciende un tanto el ajetreo en las calles de nuestra...

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PACO MARISCAL Descartes dijo que existimos porque pensamos, y Pío Baroja completó la frase más tarde indicando que existimos porque se ve, se oye, se anda y se tienen sensaciones. Uno y otro axioma conservan su validez en agosto, cuando ensordece el tráfico de la autopista A-7. En el País Valenciano, se ande por donde se ande el mes de agosto, se oye, se ve y se percibe con inmediatez la fiesta, el calor, la saturación del tráfico y el reencuentro anual en el pueblo con los viejos compañeros de correrías infantiles. A mediados de este mes desciende un tanto el ajetreo en las calles de nuestras ciudades y la A-7 de peaje, y las mejor o peor asfaltadas carreteras comarcales valencianas reciben el bramido incesante de motores acelerados. Pero la percepción del ruido de automóviles, como la sensación de cuanto se ve y se oye, no es única sino cambiante: depende del prisma o el estado de ánimo de quien contempla las cosas o las vive. En ese cuadro impresionista de sensaciones aparecen siempre entre nosotros, y en agosto, las fiestas: en Cortes de Arenoso, la sensación es el sabor del agua sin nitratos y la peña El Moco rindiéndole homenaje a los ancianos de la localidad durante sus celebraciones patronales; en Albocàsser, es el aire fresco de la mañana si uno asiste al rosario de la aurora que figura en el programa de fiestas; en Culla invade un olorcillo de morcillas asadas las calles de la villa a cuyos visitantes se les ofrece incluso huevos para cenar; en Nules, la sensación de tedio se combate eligiendo a una Guapa del Mar de silueta publicitaria y piel tostada. Y por doquier los toros con fuego en las astas, las paellas colectivas y las cenas de sobaquillo, mientras en la A-7 no cesa el graznido incesante de motores. Es la inmediatez que se vive y se ve y se oye, se ande por donde se ande. Aunque si nos distanciamos del trazo inmediato, de la sensación impresionista y vacacional, que cada cual percibe e interpreta según Dios o el diablo le dieron a entender, el pensamiento o la reflexión nos conducen a otras realidades que existen también en agosto: en la comarca de Els Ports de Morella, los sensores de ozono detectan un deterioro del aire que se respira, cuyos límites peligrosos alcanzan a niños, ancianos y otros ciudadanos valencianos con problemas pulmonares; y, claro está, alguien o algo deteriora la atmósfera y pone, un día sí y otro también, partículas de azufre en suspensión o dióxido de nitrógeno o monóxido de carbono; en Elche, las bellas notas ancestrales de la música del Misteri, que son patrimonio de la humanidad, acuden hacia el 15 de agosto con 238 heridos por la pólvora y el estruendo exagerado, que son patrimonio del disparate y la permisividad excesiva que tantas veces convierte la fiesta en incordio, y en Castalla y en Valencia, el Partido Popular gobernante nos ofrece la mejor estampa agosteña de la desconsideración hacia uno de los hombres más representativos de la literatura valenciana y en valenciano, el escritor Enric Valor: una anécdota significativa, fea y fina para el anciano y digno Valor en su pueblo natal es eso de negarse a que una escuela pública lleve su nombre. Y aprieta el calor y ruge la autopista de peaje A-7.

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