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Llanito: El último mono

No son los hijos del llanero solitario ni precoces admiradores del grupo Dover (las hermanas Llanos). Es el gentilicio popular de los habitantes de Gibraltar, territorio que no se sabe muy bien si es país, colonia, aeropuerto o autoescuela. Después de la pérdida de Hong-Kong, es la última joya de la Corona. Fue Afganistán por exigencias del guión en una película de James Bond. "La civilización y la barbarie se juntan aquí", contaba Richard Ford en su libro Manual para viajeros por Andalucía y lectores en casa. Es para poner a alguien de espaldas a la pared con las memorias de Cromwell en un b...

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No son los hijos del llanero solitario ni precoces admiradores del grupo Dover (las hermanas Llanos). Es el gentilicio popular de los habitantes de Gibraltar, territorio que no se sabe muy bien si es país, colonia, aeropuerto o autoescuela. Después de la pérdida de Hong-Kong, es la última joya de la Corona. Fue Afganistán por exigencias del guión en una película de James Bond. "La civilización y la barbarie se juntan aquí", contaba Richard Ford en su libro Manual para viajeros por Andalucía y lectores en casa. Es para poner a alguien de espaldas a la pared con las memorias de Cromwell en un brazo y las de Churchill en otro. España perdió dos veces Gibraltar. La pérdida más conocida fue la de 1704, cuando los ingleses la conquistaron con una flota comandada por Sir George Rooke; un dominio que legitimó el tratado de Utrecht. Hay una derrota anterior cuyo relato parece un chiste de Chiquito de la Calzada. En 1309, el peñón fue tomado a los moros por Guzmán el Bueno, pero aquéllos lo recuperaron 24 años más tarde porque el gobernador español, Vasco Pérez de Meyra, se embolsó el dinero destinado a la defensa de la plaza para comprarse unas fincas en Jerez. Un precursor del patriotismo de Luis Roldán y los papeles de Laos. Entre Gibraltar y Algeciras transcurren las últimas páginas del Ulises de Joyce. "Los monos son los habitantes más antiguos y más listos de la Roca" (Ford). La pérdida de Gibraltar produjo la creación de San Roque, localidad al amparo de un santo que, según Cunqueiro, tenía vino en los ojos, calzaba unas sandalias hechas de lágrimas y era un virtuoso de la gaita. En su libro de memorias Pretérito Imperfecto, el psiquiatra Castilla del Pino, nacido en San Roque, cuenta las correrías infantiles por el alto de los Cañones: "allí se situaban baterías que apuntaban a Gibraltar". Esa batalla también se perdió, como se narra en una seguidilla citada por Ford: "Tiene el Inglés un Cañón / que se llama Boca Negra, / y en diciendo cañonazo / toda la Francia tiembla". La pérdida de las colonias siempre genera una cancioncilla del verano: Gibraltareña, Guantanamera.

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