Tribuna:

Alarma

Honda preocupación invade a nuestros políticos ante la alarma social que ha provocado, según ellos, la concesión al banquero libertario Mario Conde del tercer grado penitenciario a apenas cuatro meses de haber entrado en la cárcel con una condena firme de cuatro años y medio. Aunque, a decir verdad, los únicos que se han alarmado por tal cosa han sido ellos. Los demás estamos demasiado ocupados estos días pensando en el más allá como para alarmarnos por algo.Desde que en las cárceles españolas hay zona VIP, los españoles nos hemos acostumbrado, además, a verles salir y entrar, rodeados de nube...

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Honda preocupación invade a nuestros políticos ante la alarma social que ha provocado, según ellos, la concesión al banquero libertario Mario Conde del tercer grado penitenciario a apenas cuatro meses de haber entrado en la cárcel con una condena firme de cuatro años y medio. Aunque, a decir verdad, los únicos que se han alarmado por tal cosa han sido ellos. Los demás estamos demasiado ocupados estos días pensando en el más allá como para alarmarnos por algo.Desde que en las cárceles españolas hay zona VIP, los españoles nos hemos acostumbrado, además, a verles salir y entrar, rodeados de nubes de fotógrafos como antes en los ministerios o en los consejos de administración de los bancos. Hasta los guardaespaldas y los coches son los mismos, y los guardias les saludan como antes a la entrada. Así que uno sigue sin saber si están dentro o siguen fuera y han ido simplemente en visita de cumplido al director o, en cumplimiento de su deber, a inspeccionar las instalaciones para que los etarras no se puedan quejar de la comida o del vino, comparándolos luego con los de Ortega Lara. Y los presos de verdad, los de la clase turista, que son los únicos que lo saben, están demasiado atareados aprendiendo a manejar el tenedor y la pala del pescado para poder codearse con ellos en el comedor, como para alarmarse por nada.

Así que nadie se alarma. Solamente los políticos, cuya profesión es ésa, aunque luego no se alarman cuando tienen que alarmarse. Por ejemplo: a los ciudadanos no nos alarma, al revés que a ellos, que Mario Conde salga de fin de semana. Lo que nos alarma es que lo pase en una finca de no sé cuántas mil hectáreas, que sigue siendo suya (y no es la única), mientras que los pequeños accionistas del Banesto a los que dejó en pelotas se tienen que conformar con un trocito de playa.

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